[Opinión] Actuar juntos para construir una cultura de seguridad y salud positiva

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Por: Christian Valenzuela. Académico de la carrera de Prevención de Riesgos Advance de la Universidad San Sebastián


Desde la promulgación de la Ley N°16.744 en el año 1968, el “Seguro contra accidentes y enfermedades profesionales” generó un cambio significativo en nuestro país, lo que llevó a la evolución de la gestión del riesgo en materia de la seguridad y salud en el trabajo.

Antes del nacimiento de la ley, nuestro país poseía una tasa de accidentabilidad superior al 35,3%, que correspondía a que, de cada 100 trabajadores, más de 35 sufrían un accidente del trabajo, cifra muy superior a la tasa de accidentabilidad del año 2020, correspondiente al 2,2%, según boletines estadísticos de la Superintendencia de Seguridad Social.

Los avances en materia legal al respecto, en conjunto con el surgimiento de profesionales especializados y sumado a metodologías basadas en la mejora de procesos industriales, han permitido avanzar en una baja sostenible de este indicador de accidentes. No obstante, el surgimiento de tecnologías trae consigo nuevos riesgos; específicamente, el uso de la telefonía móvil.

En Chile se ha detectado un aumento de los accidentes de tránsito, llegando a más de 21.000 por no prestar atención en la conducción. Del mismo modo, estudios de la Organización Mundial de la Salud señalan que el uso del teléfono al momento de conducir incrementa hasta cuatro veces la posibilidad de estar involucrado en un siniestro vial, dado que manipular un teléfono móvil es semejante a consumir cuatro cervezas, desfavoreciendo la atención a la conducción.

Otro fenómeno presente ha correspondido a la presencia de la actual pandemia de COVID-19, conforme a las medidas de control que afectan al mundo entero. Ya desde fines del año 2019, nos obligó a modificar radicalmente nuestra vida, comportamiento, el cómo nos comunicamos, convivimos, nuestra forma de trabajar y, por supuesto, nuestra forma de aprender en un entorno virtual. La adopción de medidas para impedir el avance de los contagios llevó a incorporar cambios en nuestra conducta y, con ello, nuestra cultura.

En consecuencia, el desarrollo de una cultura preventiva en la sociedad chilena exige trabajar en conjunto con una mirada puesta en el desarrollo, para enfrentar fenómenos como el cambio tecnológico y los efectos de la crisis sanitaria global.

Estos son solo algunos desafíos que Chile debe analizar, pero se debe partir desde la formación de nuestros profesionales, con madurez en el desarrollo de una la cultura preventiva y un compromiso permanente del autocuidado, en función del bien común para nuestra sociedad.


El contenido expresado en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no representa necesariamente la visión ni línea editorial de Poder y Liderazgo.


 

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