[Opinión] Paz positiva para Chile

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Por: Margarita Ducci. Directora Ejecutiva Pacto Global Chile, ONU


Paz, en términos simples, se refiere a la ausencia de conflictos y se deriva del orden y la armonía en todas sus partes. No obstante, en palabras de desarrollo económico y social existe el concepto de paz positiva. Esta es la presencia de actitudes, instituciones y estructuras que construyen y sostienen sociedades pacíficas, de acuerdo con el Instituto para la Economía y la Paz (IEP).

Bajo este concepto, se ha realizado un análisis estadístico que mide a 162 países, a través de 8 pilares: Gobierno funcional, libertad en el flujo de información, distribución equitativa de los recursos, bajos niveles de corrupción, buenas relaciones con los vecinos, altos niveles de capital humano, ambiente propicio para negocios y aceptación de los derechos de otros. Por lo tanto, la paz positiva apunta a la capacidad de una sociedad para crear las bases sólidas que permitan cubrir las necesidades de sus ciudadanos, y al mismo tiempo, disminuir los agravios que surjan y solucionar los desacuerdos, evitando la violencia y generando formas de tolerancia para vivir en armonía.

Es así que, en medio de la pandemia, el estallido social, el desprestigio de las instituciones, la crisis económica y recientemente la violencia en la Araucanía, hoy más que nunca debemos construir imperiosamente, entre todos, una sociedad con cimientos de paz positiva.

Mientras en agosto se conmemora el día internacional de los pueblos indígenas, resulta imposible no reflexionar en torno a nuestros pueblos originarios y, en especial, a la violencia desatada entre seres humanos indistintamente sea su origen. ¿Cómo es posible que en más de medio siglo no hemos sido capaces de establecer un diálogo fecundo y encontrar soluciones concretas al conflicto que cada cierto tiempo emerge con más fuerza? Hay que partir fortaleciendo lo que nos une, e intentar entender la cosmovisión de mundo del otro, respetando el sentido de vida que cada persona posee.

Lo cierto, es que no debemos permitir la violencia venga de donde venga, y nuestras autoridades tienen la enorme responsabilidad de convocar y fortalecer el diálogo con el pueblo mapuche tras los tristes episodios. La solución al conflicto no solo pasa por instaurar la seguridad pública para una paz efímera, sino más bien, hay que construir esos cimientos: conversar, respetar las diferencias, bajar la tensión, reestablecer las confianzas mirándonos a los ojos y abrirnos hacia un espacio que quizá aún no ha sido explorado y debemos descubrir. Resulta entonces un deber moral, abordar la problemática desde un enfoque multidimensional, con énfasis en la interculturalidad y el respeto incondicional al ser humano.

Los pueblos indígenas representan más del 5% de la población mundial, y han buscado durante años el reconocimiento de sus identidades, su forma de vida y su arraigo a territorios tradicionales, manteniendo sus culturas y formas de vida. Por ello, más que quedarnos con los hechos de violencia, que sin duda hay que enfrentar con decisión, debemos reconocer el aporte que brindan a la sociedad chilena.

El mundo empresarial lo está intentando y hay que destacar que hace un tiempo han iniciado el camino de integrar la dimensión de los pueblos originarios en su estrategia de negocio, desarrollando programas, con herramientas y recursos a lo largo del país. En muchas zonas se fomenta la contratación y formación de personas indígenas en las comunidades donde la empresa tiene operaciones, respetando la cultura local a toda la cadena de valor. Es así, con acciones concretas, que se puede contribuir al desarrollo y dignificación de las comunidades indígenas, para que todo ello contribuya a crear las bases de la anhelada paz positiva.


El contenido expresado en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no representa necesariamente la visión ni línea editorial de Poder y Liderazgo.

 

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