[Opinión] Frente a la Crisis: ¿Miopía intelectual y Ceguera ideológica?

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Por: Carlos Cantero O. Geógrafo. Dr. En Sociología. Académico, Consultor y libre pensador. Fundador del Hub Desierto de Atacama


Frente a la crisis de nuestra sociedad, es recurrente escuchar o leer a analistas o “aprendices de brujos” que lanzan diagnósticos, prescriben soluciones y remedios a los problemas sociales. También es habitual comprobar falta de objetividad, miopía intelectual y en algunos casos ceguera ideológica, sea que se trate de la pandemia, la crisis de la democracia, de la religiosidad, la política, la corrupción o el despliegue del narco-delito. Frente a cualquier desafío o problema, es muy importante tener absoluta claridad del asunto a abordar, el objetivo que se quiere lograr, definir bien la pregunta que se quiere plantear. ¡Preguntas o diagnósticos equivocados conducen a respuestas inútiles, agravando la situación!

Frente a un problema tenemos libertad para definir la pregunta que queremos abordar. Pero, eso requiere pensar, reflexionar, despojarnos de dogmas y de las creencias que somos dueños de la verdad: sea que se trate de ciencia, religión, o política. Pero la verdad es que esta no es la actitud más común.  Llama la atención cuando el observador, crítico, o quien formula la pregunta, presume o actúa como ajeno a la situación, como si viniera de otro planeta, asumiendo que la responsabilidad es siempre de otros. Es el dilema del observador y lo observado; la tensión entre la objetividad y la subjetividad, distanciamiento que en temas sociales, humanos, políticos, filosóficos o éticos, resulta difícil sino imposible.  El observador siempre interviene, influye, toma partido, afecta lo observado, por más que declare objetividad.

Muchas veces también ocurre que, se atacan los “síntomas” de un mal, pero, no se atienden las causas basales, sea que se trate de un tema de salud, social o político. Se ha hecho habitual culpar de todos los males sociales a los políticos, a la iglesia, a los empresarios, o la educación.  Pero, no se repara en que (esos hechos o esas instituciones) son representaciones de los síntomas de un mal. ¡Las externalidades de un mal!  ¡Pero, no constituyen el mal en sí! La causa basal es más profunda, compleja y mimetizada.

La crisis que vivimos como sociedad es de orden ético. Hemos hablado de la Pandemética, la pandemia de degradación ética. Tiene que ver con la vigencia de los principios y valores que configuran la sociedad, la transmutación de los límites que se transforman en bordes amplios y difusos; una libertad sin límites que se transforma en libertinaje y abuso, para uno y otro lado. Ese es la causa basal que luego se expresa en las personas e instituciones.  Por eso digo que no se debe confundir la fiebre como el mal, cuando es el síntoma de mal que afecta al cuerpo.

Lo peor se da cuando esa miopía o ceguera en torno a la vigencia de valores éticos, toma forma de crítica por quienes se autodefinen comprometidos con la reflexión, el pensamiento crítico, la ética y filosofía, sin que asuman una mínima autocrítica. Estos sectores son elocuentes al ver la paja en el ojo ajeno, pero no ven la que tienen en el propio. Es imperativo hacernos cargo de la coherencia con los principios y valores éticos que declaramos cautelar y promover. Eso alcanza a instituciones fundamentales de la sociedad y la república. A buen entendedor pocas palabras.

Otra falacia habitual es la petición de simplicidad: ¡Es un tema complejo! ¡Es que eso obliga a pensar! ¡Es que ese texto es largo! Se escucha como queja. Se espera soluciones mágicas, verdades pre-digeridas (TV), la intermediación como prótesis mental, simplicidad de enfoque parcial, cuando no interesado. Esa actitud pusilánime es la madre de la mediocridad que embarga nuestra sociedad. No hay soluciones simples para los asuntos complejos. Siempre se requiere pensar, leer, reflexionar. Pero, estos bienes son cada vez más escasos en nuestra sociedad. Sepamos que para enfrentar la crisis actual, no se puede seguir haciendo más de lo mismo, con los mismos.


El contenido expresado en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no representa necesariamente la visión ni línea editorial de Poder y Liderazgo.


 

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