[Opinión] Osorno sin agua: ¿Estamos preparados para un colapso hídrico?

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Por: Manuel Baquedano M. Sociólogo de la Universidad Católica de Lovaina (Bélgica). Fundador del Instituto de Ecología Política


¿Qué lecciones pueden extraerse del primer colapso hídrico que ocurre en una ciudad de nuestro país a partir de un evento que -paradójicamente- no ha sido provocado por un desastre natural?

Por esas cosas de la vida, el día del colapso hídrico me encontraba en Osorno. Estaba presentando mi libro acerca del cambio climático cuando la ciudad comenzó a vivir el colapso hídrico que ya lleva una semana y que mantiene sin agua potable a más de 170 mil personas en 48 mil hogares. Estar en el lugar de los hechos mientras ocurren, me dejó un conjunto de reflexiones y propuestas que sospecho que sirven para enfrentar situaciones que recién ahora comienzan a presentarse y que pienso que se volverán cada vez más frecuentes en el futuro.

En el caso de Osorno, todo comenzó a gestarse el jueves pasado a las once de la noche cuando un operario abrió las válvulas de petróleo para alimentar un generador que provee de electricidad a las bombas de la planta ESSAL, la empresa que entrega agua potable a la ciudad.

Sin embargo, el derrame recién fue detectado por la empresa a las 8.30 de la mañana, es decir, al otro día, después de haber transcurrido más nueve horas. Aquí no hubo solamente un error humano -la versión más creíble es que el operario responsable se quedó dormido- sino que fallaron los protocolos elaborados por la compañía para evitar que ocurran este tipo de situaciones, lo que sugiere una falta grave de la empresa.

Sin embargo, lo que hace más insólita la situación es que hace tan sólo dos meses, la compañía realizó un acto al que asistieron las máximas autoridades locales y regionales, para inaugurar un sistema de Estanques de Seguridad que supuestamente garantizaban la continuidad del suministro por 48 horas en caso de que se produjera alguna emergencia. A todas luces, ese respaldo no funcionó y nos preguntamos si fue un acto de inauguración de una reserva de agua para enfrentar contingencias o una inversión para aumentar la capacidad de suministro de la planta.

Como Chile se ha convertido en un país de clientes en vez de ciudadanos, esta grave situación que afrontan más de 180 mil personas despertó declaraciones, pronunciamientos y  manifestaciones  que se han concentrado en pedir las penas del infierno para la empresa sanitaria franco-española filial de Aguas Andinas. A esas penas, por cierto, la empresa se las merece así como se deberán calcular las indemnizaciones que tendrá que pagar al público y espero que también se haga responsable al Estado por su negligencia.

Todas estas medidas podrán calmar a los clientes, pero como ciudadanos que ya estamos soportando el cambio climático nos quedamos muy inquietos por la falta de seguridad hídrica y de la mantención de servicios básicos que pueden afectar a  nuestros territorios. Según la Superintendencia de Electricidad y Combustibles (SEC), los cortes en el suministro de electricidad aumentaron un 35 por ciento entre el año 2017 y el 2018 y seguramente un aumento similar se evidenció en los cortes de agua potable.

Entonces, en este contexto y en relación al cambio climático, para garantizar la seguridad hídrica creo que se requieren medidas inmediatas y revolucionarias con el objetivo de incrementar la resiliencia de las poblaciones involucradas.

La primera medida es recuperar la propiedad de las plantas productoras de agua potable, la cuales deberían ser propiedad de la Región por tratarse de un servicio básico esencial. En medio de la crisis, la empresa solicitó 15 días para reponer el servicio pues buscaba limpiar los filtros en vez de invertir en filtros nuevos lo que hubiera disminuido el tiempo de corte del suministro.

La segunda medida debería ser que la provisión de agua potable esté en manos de un sistema diversificado de agua que incluya, además de las plantas sanitarias, el uso de pozos de agua dotados de sistemas de potabilización y filtros, cuya tecnología ya existe. Estos pozos abundan en la ciudad de Osorno.

En tercer lugar, habilitar la recolección de agua de lluvia a gran escala. Debemos “cosechar” el agua que –paradójicamente- caía copiosamente mientras se extendía la emergencia.

La población de Osorno no estaba preparada para un colapso hídrico como el que le tocó vivir. Lo más alarmante es que la población chilena tampoco lo está, pues  las políticas de Estado, vía Onemi, preparan a la gente para enfrentar desastres  naturales y no desastres socioambientales provocados por empresas, como el que acaba de ocurrir en Osorno, y que el cambio climático es muy probable que aumente dramáticamente.


El contenido expresado en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no representa necesariamente la visión ni línea editorial de Poder y Liderazgo.


 

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