[Opinión] Gran cadena universal por la Ética

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Por: Carlos Cantero O. Geógrafo. Dr. en Sociología


La emergencia de las nuevas tecnologías digitales nos pone frente a un profundo cambio cultural de alcance civilizatorio. La revolución de las Tecnologías de Información y Comunicación genera procesos de replicación de información cultural (memética), viralización y contagios masivos y permanentes, neuromarketing aplicado desde los medios de comunicación (TV) sobre millones de seres humanos. La consecuencia es una crisis valórica, en el que son puestos en cuestión los principios y valores, así como las instituciones tradicionales y su institucionalidad.  Además, se observa una profunda brecha generacional, muchos de estos procesos son impulsados por jóvenes que con sus algoritmos son capaces de producir profundas transformaciones de alcance global, en poco tiempo, en las más diversas dimensiones de la vida humana y de la existencia sobre el planeta.

Como consecuencia de esa deriva socio-cultural la sociedad contemporánea se debate en una profunda crisis ética de alcance global, que se expresa en todas las dimensiones del ser y estar en el mundo. Se trata de una ruptura del equilibrio entre lo espiritual y lo material; un materialismo estructural desbordado transversal al espectro político; un individualismo egoísta que desvaloriza el sentido de comunidad y solidaridad; la exacerbación de la competencia en detrimento de la colaboración; un minimalismo de la dignidad de la persona humana; un proceso auto-poiético (generativo, replicativo y sustentable) de nihilismo, es decir, debilitamiento valórico constante; y, de hedonismo o compulsión por el placer inmediatista sin consideración de las consecuencias de esos actos. Es la tensión entre la cosmovisión egocéntrica (declinante) y otra ecocéntrica que emerge con sentido de urgencia.

La tensión valórica está acompañada de movimientos sociales y reivindicatorios de alcance global, que expresan su voluntad de cambio de ethos. Emergen expresiones culturales de sectores radicalizados (Anarquía) que buscan subvertir el orden con reventones de violencia, sin expresión de las alternativas hacia el que desean orientar el proceso.  Sin embargo, resulta muy evidente que estas expresiones surgen de la tensión entre el materialismo y la espiritualidad, reclamando una visión más integral del ser humano.

Estos procesos son multi-causales, hemos referimos los alcances de la revolución tecnológica y su impacto cultural y civilizatorio.  Otro elemento fundante del proceso está inspirado en las ideas de deconstrucción, del filósofo Jacques Derrida, formando parte de la teoría postestructuralista, de análisis textual basada en las paradojas. Las raíces de este enfoque están en las ideas del influyente Martin Heidegger, expresadas en su libro “Ser y Tiempo”. Refiere a la idea de desmontar, a través de un análisis intelectual, una cierta estructura conceptual (ser o ente). Esta deconstrucción se lleva a cabo evidenciando las ambigüedades, las fallas, las debilidades y las contradicciones de una teoría o de un discurso. Consiste en deshacer analíticamente algo para darle una nueva estructura. Hay sectores que están llevando este proceso al extremo y quieren destruir para deconstruir material y espiritualmente.

Estas son algunas de las causas basales del relativismo ético y sugieren la necesidad de nuevos consensos, de un nuevo pacto social, que ponga límites a las formas de interacción en el ethos, esto definirá la ética, estética y emocionalidad en el convivir.  Para encauzar una forma de ser y estar en el mundo bajo estándares y consensos básicos, “demarcaciones” que sean compartidas y de aplicación para todos.  Un marco al equilibrio relacional de las personas y las cosas, para canalizar la bonhomía, es decir la bondad, honradez, afabilidad y sencillez en el carácter y el comportamiento de la persona humana y, al mismo tiempo contener la maldad, arrogancia, perversidad, infamia e inequidad, que también caracterizan la relacionalidad humana, cuyos ejes pasan por el ombligo de cada persona.

En el contexto de este desafío ético se añora la luz de instituciones señeras, la presencia de vocerías en la entrega de luces, faros referentes que -con su sabiduría- señalen los derroteros de la existencia humana. Se requiere re-valorar la sabiduría ancestral: “Todos somos uno y uno somos todos”, simbolizado en esa cadena de unión circular.  Este simbolismo no es un mero ornamento en templos y monumentos, representa  la unidad para proteger principios y valores, hoy recogidos en la Declaración Universal de Derechos Humanos.

Cada eslabón de la cadena es fundamental, si uno de ellos falla, se rompe esa unidad circular. La sucesión de eslabones de noble metal, templado en duras exigencias, están unidos por poderosos lazos espirituales, en torno a nobles propósitos: Todas las mujeres y hombres de buena voluntad debemos activar una gran “Cadena Universal de Fraternidad” en torno a los valores fundamentales. Así ha sido desde la fundación de la República. La cadena solo tiene significación si sus eslabones cumplen su rol como un todo de fraternidad circular.


El contenido expresado en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no representa necesariamente la visión ni línea editorial de Poder y Liderazgo.


 

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