[Opinión] ¿Cómo se termina una industria superflua?

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Por: Manuel Baquedano M. Fundador y Presidente del Instituto de Ecología Política


En Dinamarca, la primera ministra Mette Frederiksen anunció recientemente la eliminación de 17 millones de visones de criaderos. Este país es el principal productor mundial de pieles de visón, producto que sustenta gran parte de la peletería de lujo. Junto con esta medida, decidió también confinar a más de 280 mil personas que viven cerca de los criaderos puesto que se comprobó que 214 personas se contagiaron directamente con la mutación del virus en la cepa “Cluster 5”, proveniente de los visones de granjas.

Las autoridades sanitarias danesas justificaron esta medida señalando que el coronavirus proveniente de estos animales responde a una mutación mayor del virus y que su posible diseminación puede colocar en peligro el desarrollo de las vacunas. Dos días después de este impactante anuncio, cinco países más notificaron oficialmente a la OMS la existencia de contagios de Covid 19 en granjas de visones. Esto ocurrió en Suecia, Estados Unidos, Holanda, Italia y España.

Entonces, con esta revelación, el cerco de protección tendido en torno a esta industria de lujo comenzó rápidamente a derrumbarse. Lo que no pudieron conseguir las numerosas campañas de ambientalistas y animalistas, lo hizo finalmente la naturaleza por medio de la pandemia. El fin de esta vergonzosa industria basada en la muerte de animales para sacarles la piel representa una muestra más de que hoy en día la sensibilización masiva y efectiva de estas causas la están haciendo los propios hechos.

Algunos sostendrán que no se sienten concernidos pues no consumen estos artículos superfluos pensados para minorías enriquecidas que exhiben pieles de animales “naturales” en abrigos, carteras y zapatos como símbolo de estatus. Sin embargo, comienzan a conocerse estudios científicos que demuestran que el contagio del coronavirus podría extenderse a decenas de  mamíferos, algunos tan familiares para nosotros como las ovejas, los perros, los gatos, las chinchillas y otros en peligro de extinción como los chimpancés, orangutanes y leones.

Los científicos virólogos están investigando cómo la proteína del SARS-CoV-2 podría interactuar con la proteína ACE2 a la que se adhiere cuando infecta a las personas y cuáles son los animales más susceptibles que pueden convertirse en reservorios del coronavirus o de otros virus.

La profesora Christine Orengo, a cargo de los estudios realizados por la University College de Londres, explicó: “Queríamos mirar más allá de los animales que se habían estudiado experimentalmente, para ver qué animales podrían estar en riesgo de infección y justificarían una mayor investigación y un posible monitoreo”. Y agregó, “Cada vez que un virus entra en un nuevo huésped la naturaleza pisa el acelerador de la evolución. El patógeno debe adaptarse al nuevo animal, aprender a abrir la cerradura de sus células, entrar en ellas y usar su maquinaria para hacer decenas de miles de copias de sí mismo”.

Hasta ahora se había pensado que eran los seres humanos los que  contagiaban a los animales pero ya se demostró científicamente en Holanda que también pueden ser los animales los que propaguen los contagios. “Seguir con la cría de estos visones supondría un riesgo muy elevado para la salud pública, tanto en Dinamarca como en el extranjero” advirtió el responsable danés de la agencia de control de las enfermedades infecciosas.

Hoy en día toma fuerza la opinión entre los virólogos de que habría que buscar en los criaderos de animales de visón americano en China el reservorio del Covid 19, pues si bien se sospecha del murciélago bien podría haber sido por medio de otro animal y ya hay un equipo de la OMS trabajando en China esta hipótesis.

Estamos entrando en un problema mayor de la ciencia y de la credibilidad humana. ¿Podrían contagiarse los mamíferos y transmitir el virus a seres humanos?

¿Es un tema de análisis para el futuro de nuestro país? Por cierto, no se trata de un tema en agenda. Puede ser que por una triste casualidad del azar, en Magallanes, una de las regiones más afectadas por un segundo rebrote atribuible -según la Universidad de Magallanes- en una 80 por ciento a una variedad nueva de Covid, haya sido también el lugar donde se instalaron las granjas de cría de visón americano y que, una vez quebrados comercialmente, estas empresas soltaron los animales sin ninguna prevención. Por cierto, tampoco podríamos descartar el hecho de que la gente por motivos económicos haya seguido hasta ahora con experiencias informales y artesanales de crianza en cautiverio de visones americanos. Una situación parecida se está dando con los jabalíes que, por un lado, son tratados como plagas por la autoridades y, por el otro, hay gente que posee pequeños criaderos informales para vender su carne.

Resulta necesario que las autoridades de salud y la comunidad científica transparenten a la ciudadanía lo que se conoce sobre este tema e inicien un monitoreo y una fiscalización de las granjas peleteras nacionales. También que combatan la posible crianza ilegal de especies prohibidas con fines económicos. Todo esto con el objetivo de controlar a los visones americanos y a los jabalíes que están arrasando con las faunas autóctonas y con la economía doméstica de las poblaciones rurales del sur del país.

Nadie sabe los que nos deparará el coronavirus. La mejor vacuna a largo plazo, y la que está a nuestro alcance, es proteger la biodiversidad y la naturaleza que nos alberga.


El contenido expresado en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no representa necesariamente la visión ni línea editorial de Poder y Liderazgo.


 

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