[Opinión] Para solucionar problemas de escala mundial, los líderes deben aprovechar el poder de las redes globales

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Por: Alfred F. Kelly, Jr. CEO y presidente de la junta directiva de Visa


En 1907, Theodore Vail, uno de los primeros líderes de Bell, consolidó su legado al señalar algo obvio: un teléfono sin conexión no sirve de nada. La simple idea de que el valor aumenta, gracias a la fuerza de una red, revolucionó su compañía y dejó una marca imborrable en la economía moderna. Cinco décadas más tarde, el fundador de Visa, Dee Hock, se guió en ese principio para crear una red que funcionaría, según sus palabras, “en cada intercambio de valor en el mundo”.

Las redes abiertas, globales e interoperables impulsan al mundo al permitir que la información y el comercio fluyan libremente. Gracias a estas redes, un avión puede volar seguro de Bruselas a Sídney y un tren moverse sin complicaciones de Múnich a París con acceso instantáneo al efectivo a través de los cajeros automáticos en cada parada de la ruta. Las redes además son las que mantienen nuestros teléfonos funcionando en casi cualquier lugar y permiten que, por ejemplo, una tarjeta de crédito de un banco en España funcione sin problemas en un restaurante en Santiago. Los beneficios que dan a los ciudadanos de todo el mundo son inmensos.

La esencia de estas redes son la transparencia, el acceso, la apertura, el cumplimiento de normas, el intercambio seguro de datos y un espíritu de cooperación.

Sin embargo, a pesar de los beneficios que la conectividad global ha generado durante un siglo, líderes de todo el espectro ideológico han comenzado a implementar políticas que desintegran estas redes en lugar de fomentar su crecimiento. En particular, los flujos de datos transfronterizos están en la mira, debido a líderes que están cometiendo el error de cortar o interrumpir la conectividad en favor de la protección de datos y la soberanía nacional.

Estas políticas están basadas en un malentendido fundamental. La realidad es que las redes abiertas logran una mayor protección de los datos porque obtienen su información de un conjunto de datos globales. Las funciones de seguridad son más robustas cuando los datos fluyen libremente entre países, mientras que el reemplazo de redes cooperativas internacionales por redes locales y aisladas, crean modelos menos potentes y seguros.

Visa utiliza nuestro sistema de detección de riesgos global para investigar 379 millones de transacciones al día. Mientras más transacciones analizamos, más fuerte se vuelve el ecosistema. De hecho, con acceso a este enorme conjunto de datos globales, y con el poder de la tecnología, Visa evitó $25 mil millones en fraudes tan solo el año pasado.

Hasta ahora el diálogo ha estado dominado por la falsa creencia de que hay que elegir entre la seguridad y el flujo de datos, pero soy optimista en que podemos comenzar de nuevo a trazar un camino a seguir.

El Primer Ministro Japonés, Shinzō Abe, proporcionó un plan para la cooperación internacional en política de datos con el Osaka Track, el cual establece normas globales para un “flujo libre de datos con confianza”, al tiempo que respeta el rol del gobierno en la protección de la privacidad y los consumidores.

Japón, Singapur y Australia también están liderando un importante diálogo en la Organización Mundial de Comercio enfocado en el comercio electrónico global. Adicionalmente, Singapur ha desarrollado un marco de gobernabilidad en el tema de inteligencia artificial que permitirá una mayor cooperación público-privada internacional.

Estos enfoques son increíblemente prometedores. El Banco Mundial cree que eliminar las políticas de datos restrictivas puede ayudar a los países a lograr un aumento del 4,5 por ciento en productividad. El desafío será garantizar que un enfoque gradual no genere una amalgama de políticas de privacidad opuestas y una economía digital igualmente fragmentada.

Las redes globales, además de la evidente ganancia económica, son una fuerza poderosa para la inclusión que puede elevar los niveles de vida con un acceso y oportunidades sin precedentes. Y aportan conocimiento, capital y acceso a recursos inmensos a todos sus usuarios.

Sólo a través del poder de una red, poblaciones marginadas o geográficamente remotas pueden acceder a servicios como cobertura de seguros, créditos asequibles y ahorros seguros. Lo vemos en nuestro propio negocio, donde hace poco superamos nuestro objetivo de conectar a 500 millones de personas por primera vez a cuentas digitales de pago.

Hace mucho aprendimos que trabajar juntos -sector privado con sector público, nación con nación, gobierno con ONGs- es un ingrediente crucial para afrontar nuestros mayores desafíos. Las amenazas que enfrentamos requieren una solución a escala global. Por sí sola, ninguna persona, compañía o nación puede estandarizar las normas de flujos de datos globales, así como ningún actor por sí solo puede abordar el cambio climático, erradicar epidemias, mitigar el impacto de catástrofes naturales o solucionar el problema de la desigualdad de ingresos.

Un mundo conectado, inclusivo y seguro puede superar los desafíos urgentes que enfrentamos. Nuestras redes pueden dar un valor inmenso, pero sólo si les permitimos operar con todo su potencial.


El contenido expresado en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no representa necesariamente la visión ni línea editorial de Poder y Liderazgo.


 

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