[Opinión] Milenials Memoria Infinita

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Por: Patricio Medina J. Economista y Académico USACh. Presidente Juventud Regionalista Verde de Chile


Crecimos escuchando historias sobre la dictadura cívico militar. Historias de violencia, desapariciones, asesinatos, problemas económicos, toques de queda, fraudes electorales y miedo. Miedo a pensar distinto, miedo a manifestar tu opinión, miedo a tener un militar en la Moneda. Miedo a exigir lo básico: un gobierno democrático.

El miedo te congela, te inhibe, te coarta y nos mantiene involucionando cívicamente. Durante muchos años el miedo alejó de la política a mucha gente, generando culturalmente una normalización de nuestro sistema político y económico. Un estado que subsidia, pero que no se hace cargo, con grandes monopolios y grandes empresas privadas que controlan el sistema de pensiones, el sistema de salud y la educación; generando así uno de los países, sino el top 1, con mayor índice de desigualdad en el mundo.

Durante mucho tiempo, ha existido un debate sobre los llamados mitos urbanos de la dictadura. La intervención de la CIA, el rol de Edwards en la intervención de los medios de comunicación y la desestabilización económica, el rol de los Chicago Boys en tomar el control político y económico de la dictadura, las violaciones a mujeres y niñas por parte de los agentes de la DINA, la coordinación y el asesinato de Orlando Letelier, la Operación Cóndor y el asesinato del general Carlos Prats, el asesinato brutal del fotógrafo Rodrigo Rojas.

La supuesta derecha patriota, coordinadamente con la CIA, rompe la democracia bombardeando la Moneda con agentes civiles y militares el 11 de septiembre de 1973. Todo lo que nos contaban nuestros padres era cierto. El año 2015 el congreso de los Estados Unidos aprueba desclasificar los canales secretos en donde se relata como la CIA interviene en Chile antes y durante todo el golpe militar.

Con atrocidades como el bloqueo económico que buscaba, como lo expresaba Nixon: “hacer chillar a la economía chilena”, sin importar el hambre, desabastecimiento y la pobreza, o cuando el embajador de Estados Unidos en Chile, le confiesa a Kissinger mediante un canal clasificado, que fue Pinochet directamente y en persona, quien planifica y ordena el asesinato de Letelier en Washington.

En términos económicos, el modelo que se instauró mediante sangre y fuego en Chile, posee características bastante particulares, que ni siquiera en Estados Unidos (país de origen), han sido implementadas. La escuela monetarista, el mal llamado modelo neoliberal, que dentro de sus postulados aboga por la privatización de los medios de producción, la generación de riqueza a bajo costo, sin importar la desigualdad y el impacto en el medio ambiente. Ese modelo económico extremo, en donde el interés individual, la competencia y el egoísmo, son pilares fundamentales para su funcionamiento.

Hoy, el legado de la dictadura no sólo son los más de 1500 desaparecidos que aún no sabemos dónde están, no solamente es el sistema de pensiones extremo que tenemos, no es sólo la educación o la salud. Tenemos patrones de consumo, patrones culturales que nos han hecho tener una matriz energética totalmente contaminante y no renovable, hemos generado durante las últimas décadas termoeléctricas a carbón, hidroeléctricas que depredan el medio ambiente y a las comunidades que ahí viven, empresas mineras sin responsabilidad social con sus territorios, grandes salmoneras que no tienen ética ni regulación en donde operan, empresas forestales que generan más costos que beneficios a sus comunidades.

Visto todo lo anterior, hoy 2023, con los niveles de información y la descentralización de los medios de comunicación, tenemos la responsabilidad política histórica de marcar mínimos civilizatorios de una sociedad que despierta del negacionismo de entender que Chile durante los años 70 fue un experimento político y económico de la derecha de los Estados Unidos. El análisis que podamos hacer de un gobierno u otro, como el gobierno de la Unidad Popular, es subjetivo y da para otra columna.

Lo objetivo y civilizatorio, es que la ruptura de la democracia mediante la violencia, mediante el asesinato, mediante la desaparición y tortura, es algo que no podemos permitir que vuelva a ocurrir nunca más en Chile.

Las nuevas generaciones debemos cuidar la “Memoria”, la memoria de los jóvenes es el ancla del futuro democrático que demandan nuestros pueblos.


El contenido expresado en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no representa necesariamente la visión ni línea editorial de Poder y Liderazgo.


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