[Opinión] Hoy felices, pero mañana todos llorando. Tomémonos un minuto

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Por: Alberto Gerszencvich. Abogado y experto en gestión de cobranzas


Miro con preocupación lo que ocurre en mi país, y el desarrollo que está llevando la economía me asusta y visualizo un escenario adverso, del cual no estamos siendo conscientes.

Según el reporte de Cuentas Nacionales por Sector Institucional elaborado por el Banco Central, los recursos disponibles de las familias se incrementaron en un 6,6% en el primer trimestre de este año. Esto, impulsado principalmente por los retiros de fondos de pensiones y los beneficios estatales. Sin embargo, la tasa de ahorro del sector disminuyó un 7,8% del PIB.

Aunque los datos parecen auspiciosos, me hacen analizar la situación país y me he llegado a preguntar: ¿Podemos esperar un segundo estallido social?

Observando la situación social y económica, no puedo dejar de pensar en que luego de esta pandemia, todos vamos a ser más pobres.

Actualmente quiero cambiar algo en mi casa y los materiales han subido un 30% y de la mano de obra ni hablar. Si quiero comprar una parka para mi hijo, no encuentro porque están agotadas y si encuentro una, es un 20% más cara.

En este escenario, vemos con preocupación, como el IFE, las postergaciones, suspensiones y retiros de las AFP, son medidas que se están tomando y en paralelo los empresarios suspenden, o rebajan sueldos a sus dependientes y a los trabajadores tampoco les interesa seguir en estos empleos, pues un IFE y un trabajo informal les acomoda más.

No puede ser que las oficinas estén desocupadas, que el costo de las construcciones haga que todo se paralice, que las tasas de consumo estén bajas y que la facturación de las empresas disminuya un 30%.

¿Hay plata? Si, la hay, pero es momentánea, y está sirviendo para comprar cosas, mientras por otro lado no hay autos, ropa, zapatos, ni materiales de construcción.

Estamos más pobres o vamos a ser todos más pobres en el corto plazo, con un Imacec de un 18,1%, contra una caída de un 15,3% del mismo mes el año pasado, que es francamente irreal. Y esto es apenas un capítulo de un espacio poco promisorio, lleno de promesas de todas partes, que claramente son una fantasía.

No es ser pesimista, es mirar la realidad, donde sin un trabajo formal, sin cumplir una cadena de pagos, con subvenciones fantásticas, y momentáneas o circunstanciales a una pandemia, no nos hacemos ningún favor.

No se puede llamar para cobrar porque las personas se ofenden, pero cuando despiden a un pariente nos lamentamos, sin darnos cuenta que tanta suspensión de cobros o amparar los no pago, no extingue ni condona lo que debes.

Estábamos acostumbrados a la buena ropa, créditos para vacaciones, usar las tarjetas de negocios asociados, pagar colegios y universidades a nuestros hijos. Todo eso se iba pagando por quienes

contraen la deuda y si bien eran satisfacciones momentáneas, nos acostumbramos y nos acomodaban.

Hoy, esa cadena de pago se está rompiendo y no nos damos cuenta que, si no pagamos, las empresas cierran, nuestras familias día a día perderán empleos, no tendremos capacidad de crédito y no habrá más ayudas. En ese escenario llegará un nuevo estallido, ¿por qué? Porque seremos más pobres.


El contenido expresado en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no representa necesariamente la visión ni línea editorial de Poder y Liderazgo.


 

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