[Opinión] El mundo rural sumergido entre la incomprensión, el cuestionamiento y el olvido

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Por: Alex Becerra Espinoza. Candidato a Consejero Regional por Cachapoal 2, región de O’Higgins


Vistos los distintos debates de los candidatos presidenciales de Chile, se aprecia una nula referencia a las inquietudes del mundo rural en el país. No existe un interés en un sector de la población que tiene realidades; y por ende, necesidades muy diferentes a las del mundo urbano.

El mundo rural ha sufrido una fuerte disminución producto de políticas públicas que no se hacen cargo de la realidad de los territorios, ni fomentan la conservación de la identidad del pueblo chileno que se ha forjado durante siglos. Es así como en 1920 el mundo rural representaba un 53,6% de la población, mientras que en el 2017 sólo llegaba al 12,2%.

Claramente se evidencia una disminución importante producto de nulas políticas de fomento, protección y pertenencia del mundo rural; y si a eso le sumamos un marcado lenguaje discriminatorio en torno a lo que del campo proviene utilizando de forma peyorativa palabras como huaso, provincial, indio, etc. Provocando o quizás buscando que socialmente sea lo urbano más valorado que lo rural.

La pregunta que debemos hacernos es ¿por qué se genera esta situación? y la respuesta hoy está más clara que nunca. Se producen por el nulo interés de un mundo que vive lejano a los centros de toma de decisiones (votos) y una total incomprensión de lo que significa ser rural, lo que ha llevado que las lecturas que se hacen del mundo rural (la televisión y mundo político) provengan de consideraciones de tipo urbana, sin distinguir las prácticas, organización, diferencias sociales, económicas y culturales propias de este sector.

Se tiende a uniformar al país desde la mirada urbana y desde allí se han establecido los parámetros de estructura y organización social. Se quiere imponer al mundo rural el cómo debe actuar y pensar; ya que es más fácil imponer, que escuchar y comprender.

La socióloga María de Nazareth Baudel Wanderley plantea “El mundo rural tiene particularidades históricas, sociales y culturales, que tienen una realidad propia y una forma de relacionarse con la sociedad”.

Estamos hablando de elementos vinculados a su identidad y ese es un elemento importante y constitutivo de ruralidad que debe ser abordado y principalmente respetado.

Por su parte el sociólogo Sergio Gómez Echenique, identifica “lo rural” o “la ruralidad”, donde se pueden observar tres elementos:

  1. en cuanto a espacio y actividades: referido a espacios de una densidad relativamente baja, donde se realizan actividades tales como la agricultura, ganadería, artesanía, empresas pequeñas y medianas, turismo rural, entre otras.
  2. en cuanto a su especificidad: un tipo particular de relaciones con una fuerte base en las relaciones vecinales y de parentesco, con una prolongada presencia en el territorio.
  3. en cuanto a su alcance, se identifica aquí dos dimensiones: una relativa al límite, hasta donde se extienden las relaciones personales hacia espacios más densamente poblados, pasando allí a primar las relaciones funcionales. Y la otra dimensión relacionada al grado de integración frente a los servicios, mercados, etc.

 

Todos estos elementos mencionados nos muestran un concepto de “ruralidad” más complejo y que no concuerda con la visión que se acostumbra a utilizar desde lo político, que hace referencia a lo rural coincidente sólo con lo agrícola y por otra parte a una visión residual, de atraso con respecto a lo urbano y la industrialización.

La llamada modernidad ha irrumpido en el mundo rural sin una estrategia, identificando lo rural con lo atrasado, con lo ineficaz e imponiendo formas de actuar consideradas unilateralmente como más eficaces y rentables, como si la cosmovisión del mundo rural también se moviera en el mundo de lo avaluable en dinero.

El mundo rural no se mide por su crecimiento solo desde la perspectiva del ingreso per cápita, el mundo rural busca además otras cosas como ser respetados y que no se le prohíban tradiciones por grupos que no entienden ni quieren entender su especial forma de vivir. El mundo rural debe ser respetado y valorado no solo por ser proveedor de servicios que dan sustento a la vida, sino que también y principalmente por las tradiciones que por años han luchado por mantener vigentes en nuestro país.

Desde sectores que podríamos llamar rurales nacieron Gabriela Mistral (Vicuña), Pablo Neruda (Parral), Violeta Parra (San Fabián) y Víctor Jara (San Ignacio), y hay otros miles que están esperando su turno de aportar. El mundo rural está vivo y desea ser parte de esta sociedad aportando desde sus particularidades que lo hacen y nos hace tan especial como pais.

En el mundo rural está la respuesta al llamado camino rumbo al bien común, en el campo es donde costumbres añejas como saludar, cooperar y cumplir un contrato solo por la palabra empeñada, no están aún extintas.

Pero para lograr que el mundo rural vuelva a florecer de manos de su especial idiosincrasia, supone que se conceda a la comunidad rural el poder de la palabra y la acción comunicativa que se concede a otros colectivos pretendidamente modernos o de moda.

Al mundo rural tal como el mundo de los adultos mayores, no se les debe seguir ignorando, es más deben ser reestablecidos al sitial del que nunca debieron salir, el sitial de poseedores de la sabiduría que entrega la tierra y la vida, sabiduría necesaria para forjar un mejor país desde los cimientos de las tradiciones que nos identifican como chilenos o como decimos en el campo “Orgullosamente chilenos”.


El contenido expresado en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no representa necesariamente la visión ni línea editorial de Poder y Liderazgo.


 

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