Reflexión sobre la Post-verdad

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Por: Carlos Cantero O. Geógrafo y Doctor en Sociología, fue Senado, Diputado y Alcalde


¿Qué es eso de la post verdad?  Concepto que excita a algunos teóricos que lo presentan como novedoso.  Definamos de lo que se trata. Es el predominio de la forma sobre el fondo, de lo adjetivo sobre lo sustantivo, la apariencia sobre la realidad, lo externo sobre lo interno, lo efímero sobre lo permanente, lo caduco sobre lo perenne, etc.   Es el culto a la visibilidad y el exhibicionismo, ese estilo que suplanta argumento por la cuña mediática, una lógica fundada en que, si no se ve en la TV, no existe.

Se trata de una audiencia que espera ideas pre-leídas, digeridas previamente y regurgitadas en una pantalla o micrófono, por otra u otras personas.  Personas sumidas en la hiper-actividad física y discursiva, pero, con hiper pasividad mental, reflexiva, en algunos incluso espiritual. Se atiende más al proceso que a los resultados, a la coyuntura que a lo permanente, lo intrascendente por lo trascendente.  Es el pensamiento débil (de Vattimo) en detrimento del pensamiento (fuerte) derivado del método científico y a una distancia exponencial del pensamiento metafísico.  Se trata de un estilo -de comunicación- que se ha practicado por miles años.

Es necesario relevar que, por el impacto de las tecnologías de información y comunicación, se han enfatizado ciertas características, por ejemplo, la capacidad para viralizar, contagiar o masificar mensaje en las redes sociales y los medios de comunicación tradicionales, que acentúan la manipulación emocional, para poner en primera importancia elementos secundarios, por conveniencia de muy diversa gama.

 

Lo que distingue este proceso en la actualidad es que se ha institucionalizado y profesionalizado, es decir, hay intereses que pagan para mentir en ciertos ámbitos o al menos confundir a la audiencia, con mensajes funcionales a sus intereses. Este estilo que se asociaba a los políticos y/o los comunicadores, se ha extendido a la ciudadanía que opera en las redes sociales, aprovechando las nuevas tecnologías se producen procesos de amplia difusión en la sociedad.

La postverdad es dejar de prestar atención a los hechos fidedignos y dedicarse a la promoción de infundios o mentiras, una comunicación antojadiza, interesada, (en jerga chilensis: copuchas o cahuines) para sacar ventajas en: política, negocios, licitaciones, etc. ¿Le suena conocido, ¿verdad?  Algunos se disfrazan de altruistas, de comunicadores independientes y hasta de autoridades políticas.  Se acuerdan del “miente, miente, que algo queda”, o aquello de, “el diario miente”.  Desde la academia se estudia las diversas dimensiones teóricas de este tema: la Agenda Setting, el Gatekeeper, el soft power, el pensamiento blando, la post verdad, la teoría de redes, la viralización, la memética, etc.

Todo tiene que ver con la capacidad de intermediación: la tradicional de los medios y la moderna en las redes sociales, causas basales de los procesos de contagio, en torno al aprovechamiento de una emoción. La manipulación emocional en torno al acto de comunicar, que luego se difunde como los virus.  La velocidad y amplitud de la expansión se relaciona con: accesibilidad a las redes sociales o medios tradicionales; el nivel de compromiso emocional de que se trate la noticia o las imágenes; y, el nivel de exposición y manipulación que se haga de ellas.

Los medios de comunicación tradicional imponen parrillas programáticas orientadas a este propósito, con el rotulo de farandula, reality, o hiper-realidad, donde se paga para actuar al servicio de la más poderosa fuerza, que dirige el General Rumor.  Los titulares y las noticias son seleccionadas para manipular emociones, lo que se hace teniendo muy presente el morbo de la audiencia. O, mejor aún, la exacerbación de la morbosidad, que la gente tiene a flor de piel. Aunque hipócritamente se intenta ocultar o disimular.

Vivimos una época de relativismo ético, de vulgaridad de estilos, de versiones interesadas.  Maquiavello triunfa, se viraliza (en amplio contagio) su sentencia “el fin justifica los medios”.  No se trata de un proceso fortuito o aleatorio, sino que ocurre en función de intere$e$. Este estilo pestilente se superará por el autocontrol y/o por el temor a la sanción de la pérdida de la audiencia, por temor al quiebre de la fidelidad o confianza con esa audiencia.

La televisión como medio digital, seguirá todavía teniendo un fuerte centralismo y una gran hegemonía en las audiencias masivas.  Pero, estas seguirán segmentándose. Una proporción cada vez mayor pasará a la TV On demand, en la que el seleccionador no es el editor del canal, sino que el mismo usuario que elige lo que desea. Cada vez más personas miran TV en las redes de Internet, sea gratuita o pagada. Eso terminará favoreciendo calidad, precio y contenido. Al mismo tiempo, la televisión abierta, tradicional, para mantener su rol, cada día deberá optar: por una televisión de calidad o emitir basura adictiva para mantener cautiva de alguna forma a un segmento de la audiencia, que es lo que le da el dinero.

Nuestra mayor preocupación es la manipulación de la realidad para efectos de neuro-marketing. Es decir, para manipular la subjetividad de las personas, induciendo deseos con el propósito de exacerbar el consumismo. Es lo que vemos cada día en la televisión, causa del consecuente sobreendeudamiento de las personas.

Las nuevas formas de sometimiento son sutiles y mimetizadas, la gente tiene escasa percepción de las formas de manipulación de su emocionalidad y subjetividad. Hay poca información, debemos promover el pensamiento sobre: a) las nuevas formas de intermediación en las redes sociales. b) La manipulación de la información: verdad, mentira y postverdad, c) la exacerbación del manejo emocional o de la subjetividad, d) los procesos de viralización y contagio memético en las redes sociales, e) marketing y manipulación de audiencias, f) idiotización de audiencias, manipulación emocional y g) consumismo y sobreendeudamiento, etc.

 


El contenido expresado en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no representa necesariamente la visión ni línea editorial de Poder y Liderazgo.


 

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