[Opinión] La petrodictadura de Putin: el uso del poder militar a favor de las energías fósiles

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Por: Manuel Baquedano M. Presidente del Instituto de Ecología Política


Si partimos de la premisa de que la crisis climática es capaz de provocar el colapso de la civilización industrial, podemos analizar mejor y comprender con toda su magnitud la crisis global que estamos viviendo.

La actividad de los seres humanos en el planeta, principalmente la actividad económica, sobrepasó los límites que nos impone la naturaleza. Las energías fósiles (petróleo, gas y carbón), las mismas que permitieron el desarrollo y el progreso acelerado de nuestra sociedad, desestabilizaron el clima al producir con sus emisiones el calentamiento global. Si a esto le agregamos que estas energías han llegado a su peak de producción y han comenzado a agotarse, rápidamente tendremos que implementar la transición hacia las energías renovables no contaminantes.

En la actualidad estamos viviendo las consecuencias de la crisis climática, la misma que no vimos venir o a la que no le dimos importancia a pesar de que fuimos advertidos sobre los peligrosos escenarios.

Putin y los oligarcas que lo acompañan lo sabían desde hace tiempo. El renacer de Rusia luego de la experiencia soviética se hizo a partir de la venta intensiva de energías fósiles. Rusia obtiene más del 60 por ciento de sus ingresos económicos de la venta de materias primas y las energías fósiles ocupan un lugar destacado ya que su territorio está abundantemente dotado.

Bajo la conducción de Putin y sus oligarcas, Rusia se ha transformado en la principal potencia industrial de combustibles fósiles del mundo. Como dice el periodista de Byline Times, Nafaeez Ahmed, “es una parte integrante de un sistema mundial capitalista en el que la gran mayoría de los países en las regiones importantes del mundo dependen de los combustibles fósiles”.

El gran error del mundo occidental ha sido querer aislar a Rusia por la invasión a Ucrania pensando que así iban a evitar que continuara su guerra invasora. Los logros de la política de aislamiento han sido más simbólicos que reales. Se terminaron los conciertos musicales con artistas rusos, se prohibió la participación de deportistas y se cambió en la carta de algunos restaurantes el nombre del plato “ensalada rusa”. Sin embargo, desde que comenzó la guerra, los países de la Unión Europea han pagado al gobierno ruso más de cien mil millones de euros por la compra de energías fósiles, principalmente de gas. Esto ha permitido a muchos analistas internacionales afirmar que Putin está financiando la invasión y la guerra de Ucrania con el dinero proveniente de la propia Europa.

Esta guerra que ha comenzado el ejército de Putin no es una guerra ideológica sino de intereses al interior del propio sistema capitalista global. En esta guerra se oponen las fuerzas que desean avanzar pronto hacia el uso de las energías renovables a raíz de la crisis climática que ya están viviendo en sus territorios (como la Unión Europea con Alemania a la cabeza) y las fuerzas que desean POSTERGAR la transición energética asegurándose así el uso más prolongado de las energías fósiles y negando la gravedad de la crisis climática. Putin tiene a su lado a todos los países petroleros, a China, India e Irán, a la mayoría de los países africanos, a las corporaciones petroleras, a Donald Trump y a los partidos de extrema derecha de todo el mundo. Entonces, en este contexto, ¿cómo se podría afirmar que Putin o Rusia están aislados?

Esta guerra es en realidad la lucha por gestionar lo que va quedando de las energías fósiles en el mundo. La principal estrategia rusa es crear una inestabilidad duradera en el sistema occidental para que los países se concentren en buscar su seguridad energética (basada en el petróleo) y posterguen la transición hacia las energías renovables.

Como lo acaba de anunciar públicamente el príncipe de Arabia Saudita, Abdulaziz bin Salman, su país -el mayor exportador mundial de petróleo- alcanzó su techo en la producción. Como lo venimos advirtiendo desde hace tiempo, el petróleo es un recurso finito y le llegó su hora.

La peor amenaza para los seres humanos no proviene hoy de la naturaleza con sus sequías, sus olas de calor y frío, sus lluvias intensas sino de las decisiones que estamos tomando para hacer frente a la crisis climática. La gran amenaza, la “hiper amenaza” como dice la doctora australiana Elizabeth Boulton, es que la humanidad se decida a retrasar la transición a cambio de la seguridad energética a base de energías fósiles.

En su interesante tesis doctoral, Boulton afirma que a la “hiper amenaza” deberíamos responder con la “hiper respuesta”. Esta hiper respuesta o Plan E sería factible si los seres humanos nos comprometemos a abandonar nuestros modos de vida, por lo general petroadictos, y decidimos cooperar en torno a un fin superior. Esto supone que abandonemos desde ahora los modos de vida consumistas y hagamos un cambio radical en nuestras sociedades, lo que actualmente se presenta como muy difícil y muy lejano.

Si Putin y su régimen de oligarcas imponen su objetivo principal, el de retardar la transición energética, el destino de la humanidad estará en jaque y no podremos evitar el colapso de la civilización. Sí, en cambio, logramos que las energías renovables sean dominantes y vayan acompañadas de un cambio en los modos de vida podremos tener éxito y detener el camino desbocado de la extinción. Con los seres humanos o sin ellos, la naturaleza encontrará un nuevo equilibrio, uno que le permita mantener la vida sobre el planeta tal como lo ha hecho desde hace ya más de 4.200 millones de años.


El contenido expresado en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no representa necesariamente la visión ni línea editorial de Poder y Liderazgo.


 

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