[Opinión] El factor armonía

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Por: Gabriela Clivio. Economista. Founding member CFA Society Chile


“Chile exige el impuesto a los súper ricos”, decía un video en las redes sociales compartido por una serie de parlamentarios, en donde aparecían fotografías de representantes de familias de altos ingresos acompañados de fotos de yates, billetes, monedas y la música de una caja registradora de los años ochenta de fondo.

¿El contexto? la campaña comunicacional de los honorables en torno a la Reforma Constitucional que busca establecer por única vez un impuesto al patrimonio de personas naturales. Con este impuesto, se pretende crear de forma transitoria un tributo a las personas cuyo patrimonio supere los US$22 millones, y por el cual estos deberán pagar una tasa de 2,5% de su monto bruto.

Un debate que los economistas sabemos, tiene prácticamente nulo efecto para su fin último, que es la recaudación. La experiencia comparada con otros países ha demostrado que los impuestos a las personas de altos patrimonios no son medidas efectivas, debido en parte a la gran dificultad para fiscalizarlos y a la facilidad con que pueden evitarse con, por ejemplo, un simple cambio de residencia tributaria.

No obstante, hay un punto en este debate que sí realmente me parece muy complejo para el desarrollo de la economía: el factor armonía.

El debate, en tanto hace mención a familias y personas específicas y contribuye a polarizar a un Chile altamente golpeado por la desconfianza entre unos y otros, lo hace parecer -más que una política fiscal seria- una venganza “revanchista” en medio de una caricatura de buenos y malos.

Y esto en un país dividido, sí que puede ser complejo para su economía, que necesita lo antes posible reactivarse con fuerza y tener ciudadanos comprometidos con trabajar por reconstruir un país que ya está bastante dañado. Actualmente, se espera una caída del PIB de 6,5% para este año, el desempleo ya se encuentra en 11,2%, y se ha generado una destrucción de 1,5 millones de puestos de trabajo. Cuando pase la pandemia el país habrá retrocedido 8 años y nos encontraremos en la misma situación del año 2012. Este retroceso se traducirá en más hambre, más desigualdad y probablemente más indignidad.

¿Ahondemos en la política tributaria? En el año 2017, el porcentaje de la recaudación impositiva sobre el PIB alcanzó al 18%, cifra que se ubica por sobre la mediana de los países en desarrollo, que se encuentra en 15,7%. En Chile, desde el año 2012, el gasto del gobierno central como porcentaje del PIB no ha hecho más que crecer, pasando desde el  21,6% hasta el 23,7% en el año 2017, de acuerdo a los datos de la Dipres. Es decir, en 6 años el gasto del gobierno central creció un 2% del PIB.

Lo anterior evidencia que la tributación no está cumpliendo su función redistributiva y el aumento de la recaudación ha estado destinado a solventar la estructura de un estado cada vez más grande, menos eficiente, más caro y no a mejorar la calidad de vida de los chilenos. Mucho menos a disminuir la desigualdad.

La realidad es que mientras tengamos un estado poco eficiente, de poco sirve aumentar la carga tributaria. Y mientras tengamos un país polarizado, seguir generando debates que dividen, sabiendo además que no traerán resultado alguno, es realmente jugar con fuego y no parce ser la forma de avanzar.

De ahí lo imperativo que es que en la economía y en Chile como un todo, comencemos a considerar el factor armonía. Un punto indispensable hoy en día para quienes tenemos la convicción de que tras esta crisis debemos construir un país del cual todos nos sintamos parte.


El contenido expresado en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no representa necesariamente la visión ni línea editorial de Poder y Liderazgo.

 

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