Inexplicable desproporción de la participación de la mujer en niveles ejecutivos

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Por: Bernardita Espinoza V. Ingeniero Civil Industrial, Universidad de Chile. Docente Universidad de Santiago de Chile (Diplomado en Dirección de Proyectos)


Luego de 7 décadas del término de la 2da Guerra Mundial, la cual gatilló, en gran medida, la creciente liberación de la mujer, y de los enormes pasos que se han dado en cuanto a la escolarización femenina primero y luego su incorporación a la educación superior y, posteriormente, al mercado laboral, aún resulta vergonzosa la inexplicable desproporción de la participación femenina a nivel ejecutivo, en Chile.

Diversos estudios han publicado, en las últimas semanas, alarmantes cifras de participación femenina a nivel directivo, ejecutivo y gerencial en las empresas chilenas. Como ejemplo el estudio de Mercer Remuneration Survey 2017 publicado en la Sección Economía y Negocios del Mercurio publicado el 6 de octubre de 2017, que señala entre otros datos que solo un 1% de los Gerentes Generales (CEO) en Chile son mujeres, y a nivel de gerentes 18% y directores el 14%, cifras alarmantes en un país que declara querer aspirar a ser un país desarrollado, ecuánime y moderno.

Asimismo, dicho estudio señala que dichas mujeres, que lograron romper la barrera invisible y llegar a los cargos ejecutivos, perciben un ingreso de un 20% inferior a sus pares varones, que, en consideración de las cifras antes señaladas, sin duda tuvieron menos dificultades y obstáculos para llegar a las mismas posiciones, luego se puede inferir que no se trata de un premio a capacidades superiores, sino que simple y llanamente, discriminación de género.

Y alguien podría argumentar, que no existen mujeres disponibles, pero no, resulta inexplicable, especialmente, dado que la mujer ha llegado a constituir un 50% de la matrícula universitaria nacional, y se encuentran ubicadas laboralmente a niveles de mandos medios ya en una proporción aproximada de un 40%. Luego, si tuvieron las competencias, habilidades y el compromiso requerido para llegar a los mandos medios de las Organizaciones y ejercer liderazgos de equipos, ¿porqué se mantiene inalterable esta brecha medieval a medida que se sube en la organización? ¿porqué los avances que se han tenido en algunas áreas, al respecto, no se deben a una natural incorporación a medida que las mujeres van llegando al mercado, sino que, se deben a políticas directas de discriminación positiva? ¿porqué se tiene que forzar y obligar la incorporación de la mujer?

Alguien podría argumentar que se debe a los embarazos, pero ¿como se explica que a nivel ejecutivo esté la mayor brecha?, en consideración que este nivel se alcanza normalmente a una edad en que la mujer ya terminó su época reproductiva.

Y, nuevamente vuelvo a lo que he señalado en Columnas anteriores, más que un tema empresarial, es un tema social profundo el que aqueja a Chile, así como la desigualdad Social, así como la centralización vergonzosa, existe un entramado social que privilegia al hombre y obstaculiza a la mujer.

Por una parte, Chile no cuenta con la estructura social de soporte para que la mujer pueda desarrollar una carrera que exige una dedicación fuerte, casi exclusiva, de modo que, para tomar este camino, debe, en muchos casos, renunciar a tener una familia y desarrollarse en el terreno de lo privado. En cambio, los hombres siguen teniendo una estructura social que soporta su vida privada, y les permite desarrollar una carrera ejecutiva sin sacrificar el desarrollo familiar. A esto se suma un tema de roles no compartidos en el hogar y la crianza de los hijos (conciliación) y un tema de valoración de la “permanencia”, más que la eficiencia y eficacia en el trabajo (calidad de vida).

Por otra parte, y por encima de todas las cosas, pero oculto, poco explorado y siempre presente, casi inconfeso: las redes de apoyo informal de los hombres, las redes de amigos, de equipos de deporte, los clubes de Toby, los negocios que se cierran en actividades sociales, exclusivamente masculinas, hombre que dominan y defienden su territorio, que valoran la comodidad de estar entre hombres, seguir relacionándose con códigos y lenguaje de hombres.

Y cuál es la solución, nuevamente, tendrá que ser la juventud, como digo siempre, la que se indigne y sea capaz de propiciar los cambios, que nosotros, los adultos cómodos en nuestro espacio de serenidad no tenemos ni ímpetu ni incentivo para cambiar.


El contenido expresado en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no representa necesariamente la visión ni línea editorial de Poder y Liderazgo.


 

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