Por: Yury Grow. Fundador de ScaleX Business Consulting
Recientemente, un blog del Fondo Monetario Internacional nos recordó que Chile crecía a un ritmo promedio del 6,2 % anual hace un par de décadas. Pero, la tendencia de crecimiento que hacía del país un modelo exitoso fue perdiendo fuerza.
En este nuevo escenario -marcado por el envejecimiento demográfico y un crecimiento mundial menos favorable, según el FMI- los emprendedores emergentes y empresarios consolidados no tienen más opción que seguir escalando, aún con la pista más pesada.
El negocio tiene mucho en común con el deporte. Un buen líder tiene que actuar como un entrenador. Debe analizar lo que se ha hecho y lo que no se ha hecho para planificar los siguientes pasos. De esta forma, mejorará el trabajo de cada persona para que el equipo alcance su máximo potencial y la empresa logre llegar a sus metas.
Quienes ya están trabajando en el escalamiento de su negocio, conocen la importancia de contar con estructura, foco y resiliencia. Y es que, al igual que en el deporte, un emprendimiento tiene altos y bajos.
En una maratón no gana el más entusiasta en los primeros kilómetros. Gana quien se conoce a sí mismo, quien regula su energía, quien entrenó incluso cuando no tenía ganas. El escalamiento exige lo mismo: disciplina, mentalidad de largo plazo y tolerancia frente a la adversidad.
Escalar también cansa y exige decisiones difíciles. No basta con vender más. Hay que aprender a delegar, a ordenar procesos y a construir una cultura. A veces, incluso tienes que dejar de hacer lo que más disfrutas para privilegiar lo que más se necesita.
¿El mayor error de los emprendedores? Centrarse en la velocidad. Acelerar sin estructura puede ser letal. La falta de oxígeno estratégico, ese tiempo que se necesita para pensar, medir y ajustar, lleva a muchas startups al fracaso. Además, nadie escala solo.
Así como un deportista tiene equipo técnico, fisioterapeuta, nutricionista y coach, un negocio que crece necesita asesores, mentores, sistemas de apoyo. En este sentido, la madurez empresarial está en saber cuándo acelerar, cuándo contratar y cuándo profesionalizar.
Y es que, al igual que en el deporte, escalar no es llegar primero: es llegar entero: con visión, propósito y dirección.
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