Por: Daniel Vercelli Baladrón. Socio y Managing Partner de la consultora Manuia
La cuenta regresiva ya comenzó. Del 5 al 14 de agosto, en Ginebra, los países negociarán el primer tratado global de plásticos, en una sesión extra conocida como INC 5.2, tras el intento fallido de diciembre en Busan. El objetivo es fijar reglas vinculantes para frenar la contaminación plástica, limitar la producción de polímero virgen, regular envases y redefinir responsabilidades.
No es solo un tema ambiental: están en juego el acceso a mercados, el costo de envases y la competitividad. Una carta abierta firmada por 95 países, desde la Unión Europea hasta Kenia, advirtió que el statu quo no es opción.
La presión regulatoria ya impacta a Chile. En Europa, el Reglamento (UE) 2025/40 exige envases reciclables o reutilizables al 2030 y aplica tasas al plástico virgen. Para exportadores de frutas, berries o salmón, significa rediseñar clamshells y bandejas o asumir costos extra al llegar a destino. A nivel local, el Pacto Chileno por los Plásticos obliga a que el 100% de envases sean reutilizables, reciclables o compostables al 2025.
El Banco Europeo de Inversiones y otros bancos destinaron 3.000 millones de euros para proyectos que reduzcan la demanda de plástico virgen. Sin métricas verificables como “kilogramos de polímero virgen por dólar de ingreso”, no hay acceso a crédito.
Para la empresa chilena, hay tres pasos urgentes:
- Asumir que el tratado impondrá un precio implícito al plástico mediante tasas, cuotas de reciclado o techos de producción.
- Medir la dependencia de plásticos problemáticos, ya que productos con PVC o etiquetas no desprendibles pueden perder mercados en menos de cuatro temporadas.
- Calcular el costo de transición, donde el PET reciclado hoy es hasta 12% más caro, pero la brecha puede desaparecer en dos años con impuestos al plástico virgen.
La banca actúa como nuevo regulador. Algunos due-diligences exigen planes de reducción de plástico vinculados a márgenes de préstamos. No tener plan puede salir más caro que innovar.
Surge el “treaty-washing”: anunciar compromisos sin calendario ni verificación. En EE.UU., hay demandas contra supermercados por publicidad engañosa. La narrativa sin métricas tiene consecuencias.
Las empresas que inviertan hoy en reutilización, refill y contenido reciclado tendrán ventaja competitiva el día uno del tratado. Los que esperen pagarán con tasas, aranceles y pérdida de mercado.
La decisión es clara: financiar innovación hoy o pagar obsolescencia mañana.
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