Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), cada año ocurren cerca de 727 mil muertes por suicidio en el mundo, constituyéndose en una de las principales causas de fallecimiento en personas jóvenes. En su informe de 2021, la entidad señaló que el suicidio fue la tercera causa de muerte en el grupo de 15 a 29 años a nivel global y la segunda causa de muerte en Chile en esa misma franja etaria.
Contrario a la percepción común, el 73% de los suicidios en 2021 se registró en países de ingresos bajos o medianos, lo que evidencia la magnitud global del problema.
Factores de riesgo y señales de alerta
La académica del Departamento de Ciencias Médicas de la Facultad de Medicina y Odontología de la Universidad de Antofagasta y psiquiatra del Hospital Clínico de la UA, Dra. María Fernanda Vidal Fuenzalida, explicó que “la conducta suicida es la expresión de un gran malestar y angustia psíquica, donde la persona percibe erróneamente que terminar con su vida es la única salida”.
La especialista menciona como factores de riesgo la presencia de enfermedades mentales como depresión, ansiedad, trastorno bipolar, consumo problemático de alcohol y drogas; además de falta de redes de apoyo, situaciones de abandono, acoso escolar en adolescentes, problemas económicos, desempleo o enfermedades físicas crónicas.
Respecto a las señales de alerta, la Dra. Vidal señala que es clave observar cambios en el comportamiento, pérdida de esperanza, planificación explícita para atentar contra la vida, intentos previos, despedidas o aislamiento voluntario.
“Toda manifestación de desear morir o querer acabar con la vida debe tomarse en serio; lo que podría verse como ‘llamar la atención’ puede terminar en un suicidio y siempre es un grito de ayuda”, enfatizó.
La especialista subrayó que, contrario a lo que se cree, “es habitual que las personas comuniquen su intención antes de cometer suicidio, por lo que todo deseo de morir debe ser escuchado y validado. En adolescentes, los cambios de conducta, el aislamiento de los pares o mensajes desesperanzadores en redes sociales son señales críticas”.
“El suicidio debe entenderse como un espectro, donde el riesgo puede aumentar o disminuir, y en el cual la intervención temprana puede salvar vidas”, concluyó la Dra. Vidal.
El rol del entorno y la prevención
Para la académica de la UA, la prevención requiere una acción conjunta de la sociedad. “Es fundamental educarse, hablar abiertamente de suicidio como una conducta que existe y que se puede prevenir. La familia, la escuela, las universidades, el trabajo y los medios de comunicación cumplen un papel decisivo”, sostuvo la Dra. Vidal.
En Chile existen iniciativas como la línea telefónica 4141, disponible 24/7, que brinda apoyo en crisis a pacientes y familiares. Además, el Programa Nacional de Prevención del Suicidio busca implementar estrategias de intervención multisectoriales para reducir las tasas de mortalidad por esta causa.
Salud mental en regiones
La Dra. Vidal advirtió que la falta de especialistas en salud mental en regiones es crítica, aunque destacó los esfuerzos de la Universidad de Antofagasta en este ámbito. “Desde la UA estamos contribuyendo a mejorar el acceso, tanto mediante las atenciones en nuestro Hospital Clínico Universitario como a través de la formación de médicos especialistas en Psiquiatría de adultos”, afirmó.
Agregó que “cada médico, sin importar su área, debe contar con las competencias necesarias para reconocer y manejar el riesgo suicida, entendiendo que se trata de una emergencia médica al mismo nivel que un infarto o un accidente vascular”.
Para la especialista, prevenir el suicidio es responsabilidad de toda la sociedad. Detectar señales, ofrecer ayuda y actuar de manera oportuna puede marcar la diferencia entre la vida y la muerte.