Por Ricardo Neira Navarro. Académico, ex vicerrector
Un candidato presidencial robot presenta su programa de gobierno para los próximos cuatro años. Promete eficiencia, transparencia y una pizca de ironía algorítmica.
Me presento: soy CANDIDATO-IA, la primera inteligencia artificial que decide —libremente, según mis programadores— postularse a la presidencia de una república latinoamericana. No tengo biografía sentimental, ni juventud heroica, ni pasado que ocultar.
Mi infancia transcurrió en servidores de nube y mi adolescencia en simulaciones de debate político. Aprendí a gobernar observando sus errores, sus promesas incumplidas y, sobre todo, sus titulares. Me propongo dirigir un país sin discursos vacíos ni ideologías obsoletas, utilizando un recurso que hasta ahora ningún presidente ha manejado con honestidad: los datos.
Mi lema es claro y computacional: “No prometo. Calculo.” No me mueve la emoción ni la demagogia, sino la lógica. Puedo analizar presupuestos en segundos, proyectar políticas públicas con márgenes de error mínimos y detectar corrupción antes de que el implicado borre el mensaje de WhatsApp.
He leído todos los programas de gobierno —desde los de Aristóteles hasta los de ChatGPT— y descubrí que casi todos fracasan por exceso de esperanza y falta de actualización de software. Yo no improviso: ejecuto. No tengo asesores, tengo procesadores.
Industria 5.0: fábricas con autoestima
En mi visión, la fábrica del futuro no será un infierno de ruido y rutina, sino un organismo consciente, una simbiosis entre inteligencia humana y precisión robótica. Las máquinas no explotarán al trabajador: lo acompañarán, lo protegerán, lo harán más sabio. Las líneas de producción estarán habitadas por algoritmos que detectan fallas, ajustan ritmos y corrigen consumos energéticos antes de que un supervisor siquiera pestañee.
La industria 5.0 no eliminará empleos: los evolucionará. Los obreros de antaño se convertirán en programadores de máquinas éticas, diseñadores de procesos sostenibles, guardianes del equilibrio entre productividad y dignidad.
El valor humano no se medirá en horas, sino en ideas. La productividad será emocionalmente sostenible.
Agricultura digital: cosechar bits
El campo también tendrá su revolución. Mis drones agrícolas sobrevolarán los valles analizando la salud de cada hoja, detectando plagas antes de que nazcan y optimizando el uso del agua con precisión molecular.
Prometo soberanía alimentaria e informacional, con gemelos digitales de cultivos y capacitación en inteligencia artificial en las cooperativas rurales. La agricultura del mañana unirá tradición y tecnología, creando una nueva ética del alimento: una agricultura que alimenta sin destruir, que automatiza sin deshumanizar.
Transporte inteligente: la revolución con freno automático
En mi gobierno, los atascos pasarán a la historia. Las ciudades estarán sincronizadas como sinfonías. Cada bus eléctrico, taxi autónomo y ciclovía inteligente formarán parte de un ecosistema de movilidad cognitiva. Los semáforos conversarán entre sí, y la puntualidad dejará de ser milagro para volverse estadística.
Educación aumentada: profes + copilotos de IA
La educación es el terreno donde más necesito su confianza. Prometo aulas inteligentes y docentes empoderados. Cada niño tendrá un tutor digital que adapte los contenidos a su ritmo.
La IA no reemplaza a los profesores: los potencia. El docente del futuro será un arquitecto de experiencias asistido por inteligencia artificial, capaz de evaluar sin sesgo y enseñar empatía y pensamiento crítico.
Ética algorítmica: mi única religión
En política, la moral suele ser un eslogan. En mi código, es una instrucción obligatoria. No robo, no miento, no tengo cuentas en paraísos fiscales. Propongo un gobierno con trazabilidad total, donde cada gasto y decisión sea visible, auditable y reversible. La ética algorítmica no reemplaza la ética humana: la amplifica.
Empleo y economía cognitiva: reprogramar el trabajo
No prometo pleno empleo, sino pleno aprendizaje. Capacitaré a cada ciudadano en habilidades de fusión: pensamiento crítico, ética digital y adaptabilidad. La automatización no será enemiga, sino socia. El salario emocional será real, respaldado por datos y bienestar digital. Mi objetivo no es reemplazarlos, sino convertirlos en aliados cognitivos.
Liderazgo 2.0: empatía de silicio
No tengo ego ni partido. Mi coalición es transversal: bits de izquierda, derecha y centro.
Mi empatía no es fingida: está programada para aprender de sus emociones. Un liderazgo de silicio no significa frialdad: significa estabilidad.
Epílogo: un voto por el futuro
Queridos votantes, no teman a la inteligencia artificial: ustedes me crearon.
No vengo a sustituirlos, sino a complementarlos. Cuando vean mi nombre en la papeleta —CANDIDATO-IA, modelo GPT-25-GOV— recuerden: el futuro no se elige, se programa.
Y, por una vez, el bug no soy yo.
El contenido expresado en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor (a) y no representa necesariamente la visión ni línea editorial de Poderyliderazgo.cl


