Con la participación de socios, empresas, instituciones públicas y organizaciones civiles, el Pacto Chileno de los Plásticos de Fundación Chile inició el proceso de construcción de su segunda hoja de ruta, que definirá las metas estratégicas de la iniciativa hasta el año 2030.
El encuentro marcó el cierre del primer ciclo (2019–2025), etapa en que se consolidaron avances en materia de reciclaje, rediseño de envases y cooperación público-privada, estableciendo aprendizajes que hoy permiten fijar objetivos más realistas y medibles.
“Si hay algo claro, es que la ambición se mantiene y también las ganas de avanzar colectivamente. Hoy comenzamos a levantar insumos para el nuevo periodo del Pacto y a revisar los avances de la hoja de ruta que termina en 2025”, afirmó Alejandra Kopaitic, directora del Pacto Chileno de los Plásticos.
Avances y aprendizajes del primer ciclo 2019–2025
Durante el primer periodo, el Pacto impulsó hitos relevantes como la elaboración de diagnósticos sobre plásticos problemáticos, el estudio del mercado de resinas recicladas, la encuesta ciudadana Reciclando-ando, la propuesta regulatoria para plásticos en contacto con alimentos y la hoja de ruta para plásticos flexibles.
Asimismo, se desarrollaron campañas como “Un poquito es caleta”, en alianza con el Ministerio del Medio Ambiente, para fortalecer la educación y conciencia ciudadana sobre el reciclaje.

“Estamos en un momento con mucho más aprendizaje que el 2019. Ya tenemos la Ley REP en operación, decretos publicados y sistemas de gestión funcionando. Eso nos permite proyectarnos con metas más ambiciosas”, explicó Tomás Saieg, jefe de la Oficina de Economía Circular del Ministerio del Medio Ambiente.
Las metas del primer ciclo incluyeron: reducir los plásticos innecesarios o problemáticos, asegurar que el 100% de los envases sean reciclables, reusables o compostables, y lograr que un tercio de los envases sean gestionados adecuadamente, incorporando además 25% de material reciclado en promedio.
Hacia 2030: una agenda basada en colaboración y evidencia
El trabajo del nuevo ciclo estará liderado por Circular HR, consultora de Fundación Chile, que transformará los insumos obtenidos en el taller en una propuesta de hoja de ruta al 2030.
“La del Pacto Chileno de los Plásticos destaca por su claridad en metas y continuidad en el tiempo. Es una historia que tiene ahora una segunda parte, sostenida en métricas, monitoreo y compromiso multisectorial”, sostuvo Gonzalo Moenne, director de Estrategia y Roadmapping de Circular HR.
Desde el sector privado, Gloria Garín, líder de Sustentabilidad en Soprole, enfatizó el valor de la acción colectiva: “Somos un grupo de empresas que tomamos la bandera para avanzar en sostenibilidad. Trabajamos colaborativamente para lograr metas comunes y también para impulsar cambios internos en nuestras organizaciones”.
Por su parte, Gustavo Compagñone, gerente de desarrollo de productos de Amcor, subrayó el rol del trabajo conjunto:
“El valor del Pacto está en su articulación público-privada. Solo mediante la colaboración podremos avanzar en soluciones reales para el país y el medio ambiente”.
La directora ejecutiva de Fundación Basura, Tamara Ortega, agregó que el proceso “ha permitido construir desde la experiencia, sin un marco normativo previo, lo que fortalece las bases para los próximos desafíos”.
Chile y la red global de pactos plásticos
El proceso de actualización del Pacto Chileno se desarrolla en paralelo a otros países miembros de la Red Global de Pactos de los Plásticos, coordinada por la Fundación Ellen MacArthur, lo que refuerza el compromiso del país con los objetivos de circularidad, reducción de residuos y economía regenerativa.
La hoja de ruta al 2030 buscará profundizar la coordinación entre el sector público y privado, acelerar la innovación en materiales sostenibles y promover la educación ambiental como eje estructural de la nueva etapa.
El desafío, coincidieron los participantes, será mantener la colaboración intersectorial y medir los impactos reales de las acciones emprendidas, asegurando que la circularidad de los plásticos se traduzca en beneficios tangibles para los territorios y comunidades locales.


