Por Daniela Campusano U. Académica Ucentral Sede Coquimbo
En los equipos de trabajo contemporáneos, donde convergen metas institucionales, emociones y altas demandas organizacionales, comienza a abrirse paso una nueva forma de comprender el liderazgo. Lejos del modelo centrado en la rapidez o la disponibilidad permanente, algunas organizaciones están optando por liderar desde la diferencia, entendiendo que las personas no piensan, sienten ni trabajan del mismo modo.
El liderazgo neuroinclusivo se vuelve así una herramienta de gestión concreta y transformadora. No busca destacar condiciones individuales, sino reconocer que las diferencias cognitivas, en la atención, la comunicación o el procesamiento sensorial, son parte natural de cualquier equipo. Gestionarlas con inteligencia emocional y estructura clara no es un gesto simbólico, sino una estrategia efectiva para fortalecer el bienestar y la productividad.
Este liderazgo se sostiene en tres principios esenciales: claridad, previsibilidad y cuidado. La claridad ordena los procesos y reduce la incertidumbre: instrucciones explícitas, criterios transparentes y acuerdos escritos mejoran la convivencia y la eficacia.
La previsibilidad ofrece estabilidad en medio de la presión constante, permitiendo anticipar tareas, plazos y cambios. El cuidado, por su parte, instala un modo de relación más respetuoso: espacios de diálogo sin ironías, pausas reales y ambientes laborales que consideren el bienestar sensorial y emocional.
Cada una de estas prácticas tiene efectos visibles en la gestión organizacional. Equipos que trabajan con rutinas claras, límites definidos y comunicación directa muestran menor desgaste y mayor compromiso.
Como señalan Austin et al. (2025), las organizaciones que integran la neuroinclusión en su gestión no solo reducen conflictos, sino que mejoran la retención del talento y la innovación. Rajotte (2025) agrega que el cambio no debe recaer en las personas, sino en los sistemas: diseñar entornos diversos y accesibles es la forma más ética y sostenible de avanzar.
En tiempos donde el rendimiento y la inmediatez parecen dominar, el liderazgo neuroinclusivo recuerda que la eficiencia no se opone a la humanidad. Gestionar con empatía estructurada, dar espacio a la reflexión y reconocer la diversidad cognitiva no disminuye los resultados: los hace sostenibles.
Humanizar la gestión laboral es, quizá, el desafío más moderno que tenemos por delante: construir espacios donde la claridad conviva con el cuidado y donde ninguna mente deba adaptarse para pertenecer, sino desplegarse plenamente para contribuir. (Austin et al., 2025; Rajotte, 2025).
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