Chile cuenta hoy con la radiografía más completa de su calidad del aire. Un nuevo estudio publicado en Atmosphere analizó más de tres décadas de datos del Sistema Nacional de Calidad del Aire (SINCA) y evidenció una disminución sostenida de contaminantes críticos como PM2.5 y SO₂, aunque persisten brechas relevantes en zonas del sur y sectores industriales del país.
El análisis consideró cerca de 180 millones de datos horarios provenientes de 191 estaciones, configurando el primer diagnóstico de largo plazo que integra tendencias en PM10, dióxido de nitrógeno y ozono en las cinco macrozonas del país.
La investigación fue realizada por equipos de la Universidad de Chile, el Centro de Ciencia del Clima y la Resiliencia (CR2), el Ministerio del Medio Ambiente y la Universidad del Desarrollo, quienes concluyeron que el monitoreo continuo permite establecer patrones confiables para orientar políticas públicas y ajustar planes de descontaminación.
Evolución del aire y persistencia de brechas territoriales en Chile
El profesor Manuel A. Leiva, uno de los autores del estudio, subraya que “Aquí ha mejorado la calidad del aire a lo largo de los años y la única forma de verificar eso es a través de información y monitoreo. El comportamiento de los contaminantes muestra descensos sostenidos en varias ciudades”.
El estudio señala que Santiago redujo casi en 40% sus concentraciones máximas de PM2.5 desde comienzos de los 2000, mientras que el SO₂ ha disminuido en zonas industriales como Huasco y Quintero-Puchuncaví. No obstante, el sur del país mantiene altos niveles de material particulado por el uso intensivo de leña.
Kevin Basoa, investigador del CR2 y del Ministerio del Medio Ambiente, explica la complejidad del fenómeno.
“En el sur del país, el uso de la leña sigue siendo la principal causa de los niveles de material particulado. No es un problema que se resuelva solo con tecnología, porque también es cultural y requiere regulación plenamente implementada”.
El documento también destaca el rol de la geografía en la acumulación de contaminantes. “Chile vive bajo la influencia del anticiclón del Pacífico, que genera estabilidad atmosférica. Podemos reducir las emisiones, pero existen barreras geográficas y climáticas que no dependen de nosotros”, plantea Leiva.
Red de monitoreo: fortalezas, vacíos y desafíos para las políticas públicas
El país cuenta con la red de monitoreo de aire más extensa de América Latina, pero con desigualdades territoriales. Solo 125 estaciones cumplieron el estándar de cobertura en 2024, mientras que en zonas industriales existe mayor densidad por exigencias privadas y no necesariamente por diseño territorial.
Leiva enfatiza la necesidad de fortalecer la infraestructura pública, explicando que “Tenemos una red robusta, pero con oportunidades de mejora. Hay estaciones que miden pocos contaminantes, faltan variables meteorológicas y algunas ciudades están subrepresentadas, lo que limita la capacidad de análisis”.
El estudio también examina zonas industriales del norte y centro del país, donde persisten episodios críticos asociados a emisiones puntuales. La investigadora Zoë Fleming explica que la combinación de actividades industriales y uso de leña residencial mantiene superaciones de norma en ciudades como Coronel y Talcahuano.
En este sentido, Basoa agrega que “Los problemas de SO₂ están asociados a eventos industriales difíciles de monitorear. La discusión sobre justicia ambiental es central, porque las brechas territoriales son claras y afectan de manera diferenciada a cada macrozona”.
Los autores coinciden en que la evidencia debe orientar decisiones. El estudio propone racionalizar la red de monitoreo, mejorar la fiscalización industrial y fortalecer los planes de descontaminación. Su base de datos completa fue publicada como recurso abierto en Zenodo para fomentar nuevos análisis.


