Por: Ricardo Neira N. Académico y ex Vicerrector
En Chile, la semana de Fiestas Patrias llegó con su inconfundible mezcla de cuecas, empanadas y debates simbólicos. La escena que encendió las discusiones fue la del presidente Gabriel Boric bailando un pie de cueca con un pañuelo rojo en la Pampilla de Coquimbo, lugar tradicional de celebración popular en el norte chico.
Para algunos, Boric bailó el mejor pie de cueca presidencial en décadas. Para otros, el gesto tuvo un sabor amargo: la inauguración oficial de las Fiestas Patrias —afirman voces críticas como la del alcalde Mario Desbordes— debería haberse realizado en el Parque O’Higgins de Santiago.
La polémica refleja el estado del debate público en Chile más que la cueca en sí.
Debates bizantinos en tiempos convulsos
El intercambio recuerda a las discusiones bizantinas en los últimos días del Imperio Romano de Oriente, cuando Constantinopla estaba cercada por las tropas otomanas. Los intelectuales discutían temas irrelevantes frente al cañoneo turco que ya golpeaba las murallas de la ciudad.
Del mismo modo, en Chile se dirime hoy si Boric movió con gracia el pañuelo o si la Pampilla puede desplazar al Parque O’Higgins como escenario central del 18 de septiembre, mientras la realidad apremiante está en otra parte.
El cerco contemporáneo: narcotráfico y violencia
Chile está, metafóricamente, rodeado por el narcotráfico y la violencia. Este avanza con fuerza, erosiona barrios enteros, captura territorios y penetra en instituciones. Las cifras de homicidios han crecido en la última década, las balaceras son ya parte de la normalidad y el crimen organizado extiende sus tentáculos en puertos, fronteras y calles.
El cerco no es de murallas medievales, sino de fuegos artificiales en las poblaciones, armas de guerra decomisadas en allanamientos y carteles internacionales que encuentran en Chile una plaza codiciada.
Entre pañuelos y prioridades
Que el presidente baile cueca no debería ser objeto de polémica; es un gesto festivo y cultural. Que la inauguración se realice en Coquimbo o en Santiago menos aún. Lo verdaderamente preocupante es que la discusión política y mediática se concentre en detalles ceremoniales mientras el país enfrenta un desafío de seguridad que amenaza su cohesión social.
Los bizantinos discutían el color de las túnicas litúrgicas mientras los otomanos cavaban túneles bajo las murallas. Los chilenos discutimos el compás de un zapateo mientras las bandas criminales excavan su lugar en la vida cotidiana.
La pregunta de fondo es simple y brutal: ¿Cuánto tiempo puede un país entretenerse con debates secundarios mientras la realidad lo cerca?
El contenido expresado en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor (a) y no representa necesariamente la visión ni línea editorial de Poderyliderazgo.cl