Por Ricardo Neira Navarro. Gerente General de GlobalVAS
Hay terremotos que no se miden en la escala de Richter, sino en la escala del desempleo. El más reciente sacudió la economía mundial cuando Amazon anunció su plan para sustituir 600.000 trabajadores por robots, un ejército de precisión metálica que no exige vacaciones, no se enferma y, sobre todo, no forma sindicatos. Jeff Bezos habló de “optimización del capital humano”, traducción: los humanos sobramos.
La noticia corrió como un rayo por los pasillos del mundo laboral, justo cuando Walmart firmaba un convenio con ChatGPT para integrar inteligencia artificial en todos sus procesos operativos y administrativos. El objetivo oficial: “mejorar la experiencia del cliente”. El efecto colateral: redefinir la experiencia del trabajador… o, mejor dicho, su obsolescencia.
La fábrica invisible
En 2018, el libro Human + Machine de Daugherty y Wilson anunciaba la gran promesa: la colaboración entre humanos e inteligencia artificial crearía una “fábrica de pensamiento aumentada”, donde la tecnología liberaría a las personas del trabajo mecánico.
En 2025, esa utopía parece haberse convertido en su espejo invertido. Lo que era colaboración, hoy es sustitución.
La “fábrica invisible” de Amazon no tiene obreros ni jefes de turno, solo algoritmos que deciden cuándo el producto debe salir del estante, en qué segundo debe ser empaquetado y quién —o qué— lo entregará.
Pero el verdadero impacto no está en los países del norte, sino en los del sur. En Chile, donde las Mesas de Diálogo Social 2025 —lideradas por GlobalVAS y el Ministerio del Trabajo— buscan preparar a sindicatos y empresas para la Revolución 4.0, las cifras son una advertencia disfrazada de diagnóstico.
En el sector comercio, dirigentes sindicales y empresarios analizaron cómo reconvertir trabajadores antes de que el algoritmo los jubile anticipadamente. El resultado fue un Plan Formativo de 30 horas en Industria 4.0 y Bienestar Humano, un pequeño oasis de humanidad en medio del desierto digital.
Los nuevos obreros del clic
La automatización ya no es un fenómeno industrial; es una mutación cultural. El nuevo trabajador no empuja cajas, sino datos. No levanta peso, sino información.
Mientras Amazon reprograma su ejército robótico, miles de empleados de Walmart se entrenan para convivir con ChatGPT: supervisarán respuestas, corregirán sesgos y ajustarán tonos de empatía.
En otras palabras, serán los nuevos obreros del clic, invisibles pero imprescindibles, encargados de humanizar la máquina que los reemplaza.
La ironía es perfecta: la inteligencia artificial necesita humanos para no parecer deshumanizada.
América Latina: entre la innovación y el abismo
En América Latina, el impacto será doble: las empresas adoptarán la IA para competir globalmente, pero los trabajadores sin formación tecnológica suficiente quedarán fuera del tablero.
El estudio Human + Machine ya anticipaba que el éxito de la automatización dependería de la capacidad de aprendizaje constante.
Las Mesas de Diálogo Social en Chile demostraron que más del 70% de los trabajadores del comercio no domina herramientas digitales avanzadas, revelando una brecha crítica.
La inteligencia artificial avanza a velocidad cuántica, mientras la capacitación laboral aún camina con conexión 3G.
El espejismo de la eficiencia
Amazon lo llama eficiencia. Walmart lo llama innovación. Pero detrás de esas palabras hay una transformación del trabajo en algoritmo.
Las máquinas no se sindicalizan, no pagan cotizaciones ni licencias. El sueño de la eficiencia absoluta es también el de un capitalismo sin fricción humana. Sin embargo, las empresas que no integren bienestar, ética y formación corren el riesgo de colapsar en su propia perfección.
Epílogo: cuando los humanos aprendan a ser máquinas (y las máquinas, humanas)
El futuro no será una guerra entre humanos y robots, sino una negociación permanente sobre quién hace qué. En Chile, el nuevo sindicalismo programa, el empresario rediseña y el Estado anticipa.
La línea roja del futuro no será el desempleo, sino el sentido. Y si Amazon construye el futuro con robots y Walmart lo administra con ChatGPT, quizás el próximo paso sea inevitable: que los gobiernos también sean dirigidos por algoritmos. Aunque, pensándolo bien, algunos ya lo parecen.
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