Un momento de Reflexión por el Día Internacional de la Mujer

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Por: Bernardita Espinoza V. Ingeniero Civil Industrial, Universidad de Chile. Docente Universidad de Santiago de Chile


El Día Internacional de la Mujer, que hoy se banaliza con flores y mensajes cursis, no es un día de celebración de nuestras cualidades como mujeres y nuestros significativos aportes a la vida y la sociedad, sino que, en cambio, es un día de conmemoración y reflexión respecto de la lucha por los derechos y la igualdad de condiciones laborales y sociales para las mujeres.

Esta conmemoración, parte de un hecho lamentable, ocurrido el 25 de marzo de 1911, cuando más de 100 trabajadoras textiles, mujeres inmigrantes en su mayoría, murieron en el incendio de la fábrica de Triangle Shirtwaist, de Nueva York, como consecuencia de las precarias condiciones laborales de las que eran presas, siendo celebrado el 8 de marzo de cada año, a causa que, en el marco de los movimientos en pro de la paz durante la Primera Guerra Mundial, el 8 de marzo de 1917 las trabajadoras textiles de Petrogrado (San Petesburgo) organizaron un huelga obrera que se sumó al movimiento popular que acabó con la monarquía en Rusia.

Este año 2018, se ha convocado en 41 países una huelga feminista, que muchos consideran exagerada y fuera de lugar, considerándola una agresión injustificada, en atención a las grandes “concesiones” que “se nos han hecho” en las últimas décadas. Siendo que en realidad cada uno de dichos avances se ha luchado y ha implicado sangre, sudor y lágrimas.

No obstante, esa lucha por los derechos laborales, la equidad en el trabajo tanto respecto a trato, salarios y condiciones laborales, está lejos de concluir. Pues habiendo pasado 100 años de los hechos que nos llevan a recordar este día, si bien hemos hecho importantes avances, que en 100 años han sido más profundos que los que conseguimos en 10.000 años de historia civilizada, aun hoy, en el Siglo XXI la brecha de desigualdad salarial, de accesibilidad a ascensos y cargos de mayor responsabilidad, de distribución de las tareas del hogar y la crianza, de respeto de la dignidad, de respeto de la sexualidad y el cuerpo femenino, entre otros elementos, sigue siendo inmensa tanto en Chile, como en el mundo desarrollado y, ciertamente, inimaginable para más de la mitad de la población femenina que habita este planeta.

Cabe señalar, que en la última década, en los países desarrollados y en vías de desarrollo, precisamente, aquellos en los cuales se han logrado mayores avances en la inclusión y equidad de la mujer, la violencia de género ha aumentado en forma exponencial, y esta violencia no se manifiesta sólo en la violencia doméstica, o violencia física asociada a relaciones de pareja, sino que también en la forma peyorativa y rabiosa en que los hombres se refieren a las mujeres independientes y autónomas, en las redes sociales, que muchas veces me impacta. Las opiniones y bromas que se vierten, respecto de la capacidad de responder, tener opinión, discrepar y tener la capacidad de romper relaciones de pareja, muestran la clásica respuesta fanática e intolerante, propia del ser humano, que se genera como respuesta al miedo al cambio, a la pérdida del estatus quo y de las condiciones benignas que ha tenido, en este caso, el género masculino, como género dominante y subyugador de la mujer durante siglos.

Mi reflexión de hoy es a no olvidarse en este día por que luchamos, no olvidarse que nuestra lucha es justa, no olvidarse que no ha concluido, no olvidarse de quienes, durante siglos sufrieron y lucharon, no dormirse en los laureles ni achancharse en la comodidad de nuestras vidas burguesas, olvidando que todo lo que hemos logrado, no se ha logrado con displicencia y abulia, sino que con coraje, con sacrificio y con perseverancia.


El contenido expresado en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no representa necesariamente la visión ni línea editorial de Poder y Liderazgo.

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