La Loca carrera por el Éxito… ¿nos distancia de lo esencial?

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Por: Bernardita Espinoza V. Ingeniero Civil Industrial, Universidad de Chile. Docente Universidad de Santiago de Chile (Diplomado en Dirección de Proyectos)


Con motivo del lamentable suicidio del alumno de la Alianza Francesa, gatillado por una cuestión de disciplina tratada con la sensibilidad y visión de futuro de una roca, por un establecimiento cuyo objetivo es la formación de nuestros niños y jóvenes para que sean un aporte integral para nuestra Sociedad y nuestro País, cuestión que me duele profundamente, por ser madre de una adolescente, y en línea con mi última columna (Competencia o Colaboración), he querido volver a insistir en el tema que aqueja nuestra Sociedad y que es la competencia desmedida que está desatada en nuestras vidas privadas y públicas, cuyo objetivo es alcanzar el éxito, acorde a códigos y cánones establecidos, que nada tienen que ver con ser un ser humano integral, pleno, que aporte sabiduría y no sólo riqueza material, sino que enriquezca en general a la Sociedad

Hoy día, esta situación de competencia, que cómo ya les he mencionado en mis otras columnas, ha distanciado a los políticos de los objetivos primordiales de su encargo, en pos de una popularidad fácil mediante decisiones populistas y cortoplacistas, que no construyen un país digno y equitativo con proyección y crecimiento de largo plazo, esta situación también se ve reflejada en los Colegios.

Desde hace un tiempo, y en forma creciente los Colegios ha olvidado su objetivo esencial, su foco, su razón de ser, que es tomar un niño, a todos los niños, sin excepciones, en su más pura naturaleza y en su abanico de cualidades y singularidades, para enriquecerlo, desarrollarlo y educarlo de modo que sea un aporte integral para la Sociedad.

Y porqué digo que los Colegios han olvidado su objetivo, pues lo primero que hacen contra ese mandato primordial es aplicar una preselección subjetiva, tendiente a minimizarse a si mismos el esfuerzo de educar, escogiendo con pinzas aquellos niños que requerirán (supuestamente) menos esfuerzo y creatividad para lograr su educación, vale decir evadiendo en lo posible el trabajo que les compete.

Más adelante, durante el proceso educativo de esos niños, escogidos con pinzas, los colegios hacen todo lo posible por deshacerse de los elementos que no entran fácilmente en el molde definido, de romper los grupos de amigos, de ecualizar las singularidades hacia dicho molde, sin tener la iniciativa y creatividad de generar un ambiente de confianza, de cooperación, de crecimiento espiritual, social y no sólo académico.

Y, aun peor, cuando digo académico, no me refiero a una búsqueda de la excelencia, de la sabiduría y de la capacidad de evaluar las situaciones y problemáticas que les toque enfrentar en el futuro, para una toma de decisiones eficaz, con respeto de los valores fundamentales, para beneficios, no sólo económicos, sino que globales y de largo plazo. No, esa excelencia académica, buscada por los Colegios es simple y burdamente, los mejores puntajes en el SIMCE y la PSU, de modo de tener más matrículas, onerosamente pagadas, en la loca competencia que los aqueja, como a toda la Sociedad, de ser considerados Colegios Exitosos.

La competencia por el éxito material, vacío, inmediato tiene enferma nuestra Sociedad, la política y requiere de una reflexión profunda y probablemente, una vez más sean nuestros niños y nuestros jóvenes, los que nos iluminen y muestren el camino para salir de esta loca carrera que nos aleja de lo esencial.

 


El contenido expresado en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no representa necesariamente la visión ni línea editorial de Poder y Liderazgo.


 

 

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