La importancia de la trascendencia: ¿Cuál es el sentido de nuestra existencia y nuestro legado?

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Por: Bernardita Espinoza V. Ingeniero Civil Industrial – Universidad de Chile


Cuando estudiamos el Universo y comprendemos su inmensidad, cuando estudiamos la historia del Universo e internalizamos su milenaria eternidad, incluso cuando estudiamos la breve e irrelevante historia de la Humanidad, es natural sentir una opresión en el pecho, ante aquello que Milan Kundera llamó: “La Insoportable Levedad del Ser”.

Y es que, darnos cuenta que tan solo somos una infinitesimal partícula del Universo espacio-tiempo, es impactante, pero es un ejercicio necesario sin duda. Muchos pensarán en el Carpe Diem y el hedonismo, extremar el autodisfrute si la vida es tan leva. Yo pienso al contrario, debiera preocuparnos nuestra trascendencia, nuestro legado.

Comprender la irrelevancia de nuestra vida como individuos frente a la inmensidad del Universo y eternidad del Tiempo es un ejercicio necesario por múltiples razones.

Primero, para comprender lo irrelevantes que son las angustias y problemas que nos aquejan, que nos impiden aceptar nuestras realidades, ser felices y partir dichas realidades el camino del perfeccionamiento y la sabiduría, en particular, me refiero a aquellas angustias que no se ocasionan en  carencias profundas que no nos permitan desarrollar una vida normal.

De hecho, me refiero en específico, a aquellas angustias que se generan en nuestras mentes, a causa de problemáticas que tienen que ver con la competencia en que nos encontramos sumidos, las metas que creemos que la Sociedad nos ha impuesto, para demostrar nuestra valía, ser exitosos acorde a los parámetros de nuestra Sociedad, los altos estándares de belleza que nos empujan a una desenfrenada lucha contra los signos de la edad, los símbolos de estatus y éxito que luchamos por lograr y/o poseer, según sea el caso. Si nos detuviéramos un momento a pensar y darnos cuenta de la levedad de  nuestras vidas, de lo perecibles que nos solo somos nosotros mismos, sino que las cosas que queremos poseer y las hazañas personales que queremos llevar a cabo, podríamos restar un 90% de la angustia que nos aqueja y no nos deja disfrutar la vida que tenemos y el mundo en que vivimos.

Segundo, para comprender que cada día, en vez de estar buscando que poseer, adquirir reconocimientos y supuestos efímeros éxitos, debiéramos ya estar preparando lo que vamos a dejar como huella, para que nuestra efímera vida haya tenido una razón de ser, para transcender a nuestra pronta muerte, con la consciencia de lo leve y perecible que es dejar cosas materiales, vale decir, con la consciencia del legado que dejemos, invariablemente, en lo inmaterial suele ser más duradero que lo material. Pues cuando nos vamos, dejamos mucho más lo que hicimos que de lo que tuvimos. Dejamos, por ende, el efecto de nuestros actos, viviremos (trascenderemos nuestra muerte) en la medida que nos recuerden, nos recordarán en la medida que hayamos dejado huellas indelebles en las mentes y los corazones de la gente con quienes interactuamos mientras vivimos.

No obstante, centramos nuestras energías en acciones tendientes a poseer, en demostrar a otros que no les importamos en vez de dar y ser relevantes para quienes les importamos. Estudiamos y nos perfeccionamos para ser más reconocidos y más exitosos y no para adquirir mayor sabiduría que nos permita ser personas íntegrales que aporten al espíritu de nuestra Sociedad.

Tercero, para comprender, que si emprendemos hazañas de índole material, como desarrollar proyectos y empresas, lo más trascendente de éstos no son los fierros en sí, sino que haber dado trabajo, haber sido parte de la construcción de las vidas y el porvenir de quienes participaron en dichas empresas, haber desarrollado los entornos naturales y comunitarios que rodearon e incluso fueron impactados por nuestros emprendimientos. Trascendemos cuando damos trabajo y bienestar a otros, cuando esas personas forman sus familias, construyen sus casas, sus sueños, cuando nuestros proveedores, contratistas se desarrollan, crecen, capacitan y mejoran la vida de otras personas que no son directamente nuestros empleados. Cuando más gente se educa, cuando más gente tiene justicia, cuando más gente tiene equidad, respeto y valoración, gracias en parte a lo que hemos hecho en la vida.

¿Cuál debiera ser, entonces, el sentido de nuestra vida, aquello que direccione nuestras acciones y determine nuestro legado? Esta es una reflexión que muchos filósofos se han hecho durante siglos, no obstante desde la temeridad de mi  ignorancia y mi irrelevante existencia, pienso que, nuestro legado debiera ser que, aunque sea en una infinitesimal proporción nuestra comunidad, nuestro país y si fuera posible, nuestro mundo sea mejor, gracias a nuestro aporte, cuando nos vayamos, que cuando llegamos. ¿Y que es ser mejor… más tecnología, más conectividad, mejor salud? NO, mejor es más feliz. Si hemos aportado felicidad, si hemos aportado amor, amistad, alegría, contención, si hemos ayudado a la gente a construir sueños, si hemos mejorado la vida de las personas, si les hemos permitido casarse/ser libres, formar familias/emprender aventuras, estudiar/vivir/sentir, hemos dejado huella.

Que este, deje de ser un chiste.

 


 

 

 

 

 

 


El contenido expresado en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no representa necesariamente la visión ni línea editorial de Poder y Liderazgo.


 

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