Viviendas, cooperativas y romper las barreras de lo imposible

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Por: Gonzalo Prieto Navarrete. Sociólogo y Máster en Medio Ambiente: Dimensiones Humanas y Socioeconómicas de la Universidad Complutense de Madrid. Concejal de la comuna de Alto Hospicio


Si comenzamos con una cifra, debemos decir que en la Región de Tarapacá existe un déficit habitacional que supera por lejos las 14 mil viviendas. La grave situación que afecta a las familias que ven como la compra y los arriendos de casas y departamentos son cada vez más caros, dejando realmente a miles sin ninguna opción.

En Alto Hospicio y otras zonas de Tarapacá han aumentado las tomas de terreno en lugares privados y públicos, sin existir por parte del gobierno y el Estado ninguna respuesta que logre abordar toda la gravedad del problema. Existiendo medidas administrativas y legales vigentes que al menos podría aliviar la situación.

Durante el tiempo que fui Gobernador de la provincia de Iquique, junto a un equipo empujamos con fuerza la radicación de la toma ex vertedero de Alto Hospicio, en dicha experiencia nos dimos cuenta que existen instrumentos para mejorar la vida de la gente, pero no hay voluntad política para hacerlo, es más, se privilegia el negocio inmobiliario que suponen el actual sistema de entrega de viviendas a través de subsidios, un negocio redondo para las inmobiliarias donde el Estado abandonó su rol de garante de los derechos sociales como la vivienda digna.

Digo vivienda digna, porque además de habernos entregado al rol subsidiario y del mercado, precarizamos complemente las condiciones de habitabilidad de las personas más pobres y de clase media de nuestro país y Región.

Pero existe alguien que ha roto las barreras de lo posible a través de un modelo de autoconstrucción y cooperativismo en la vivienda social. El ex Alcalde Soria logró poner el modelo actual patas arriba con su proyecto del nuevo Iquique en playa Lobito. Un proyecto criticado por sus detractores, pero que objetiva y lógicamente representa el regreso a un Estado socialista que garantiza la casa para todos sin distinción y en condiciones de dignidad con la famosa frase de los 10 x 20, refiriéndose a los metros cuadrados que debiese tener la casa de cualquier persona.

Significa derrumbar el modelo actual y cambiando las reglas del juego, sin duda también implica una profunda revisión de los planes actuales, que actúan en la medida de lo posible y en los marcos institucionales actuales. Se requiere aquí no sólo voluntades locales, sino parlamentarias y nacionales, es una lucha bien difícil, ya que insisto, es poner en jaque el negocio inmobiliario regente.

Porque no es posible que terrenos del Estado cedidos o vendidos al Ejercito de Chile deban ser vendidos nuevamente al Serviu para construir viviendas sociales, o como el gobierno de Piñera que licitó al mejor postor terrenos de Bienes Nacionales que hoy ven emergen lucrativos negocios de vivienda privada para una clase media aspiracional, endeudada y carente de seguridades.

No es posible que se deban crear convenios de programación para justificar el gasto que Hacienda no hace por medio de transferencia directa a las regiones, con un sistema centralista que ocupa los pocos recursos regionales para lavar la plata e imagen ante los ciudadanos, pero guarda silencio con la deuda hospitalaria en la Región.

Las cooperativas regresan el espíritu colectivo que además fortalecen la idea de que todas y todos hagan un esfuerzo por vivir mejor.

No es imposible quebrar las barreras, ya se ha demostrado con las reformas tributarias, educacional o política. Debemos entonces tener una defensa férrea de nuestro futuro en el parlamento que logren correr la barrera de lo posible y buscar mejorar definitivamente la vida de la gente sin tener que esperar 20 años para que suceda. Es posible.


 

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