Acoso Sexual, un delito demasiado frecuente en que la sociedad culpa a la víctima

0

Por: Bernardita Espinoza V. Ingeniero Civil Industrial, Universidad de Chile. Docente Universidad de Santiago de Chile (Diplomado en Dirección de Proyectos)


Al caso del Productor Harvey Weinstein, el de UBER y Silicon Valley en general, se suma la publicación realizada por el Diario La Tercera, en el día de hoy 27 de noviembre de 2017, respecto de la Duodécima Encuesta Nacional de Corporación Humanas, realizada entre el 1 de agosto al 5 de octubre de este año, con entrevistas a 1.206 mujeres de 303 comunas, que arrojó como resultado que el 89,9% de las mujeres admite haber sufrido al menos un acoso sexual alguna vez en su vida, es impresionante e indignante, pero a la vez, es muy positivo que salga a la luz, pues el sólo hecho que se haya hecho el estudio y que las mujeres estén siendo capaces de confesar haber sido víctimas de tales abusos es un avance.

Y porqué digo “hayan sido capaces”?, no debiera ser obvio denunciar tales delitos? Pues no, no es obvio, no es fácil aceptar haber sido acosada, mucho más difícil aún denunciarlo. Y porqué? Porque históricamente la Sociedad ha culpado con distintos grados de gravedad, acorde a la situación, a la víctima de provocar al victimario. La mujer es culpada por hombres y mujeres especialmente, de buscarse dichos ataques con su actitud ante la vida, su forma de vestir, de moverse, de hablar o simplemente, el aspecto que tienen.

Todo delito relacionado con la sexualidad es un delito difícil de demostrar y más difícil aun de confesar. Un delito de connotación sexual afecta la honra y la dignidad de la víctima, y desgraciadamente también afecta su imagen ante la Sociedad.

Si a tu padre le han robado el celular, llegas al Colegio contándolo sin problemas, si a tú madre la han acosado sexualmente, esto es algo que jamás querrás contar a tus compañeros. Son delitos que avergüenzan.

El acoso y hostigamiento sexual ya sea en la calle (acoso callejero), en el Colegio o en el Trabajo, es una práctica de sometimiento y vejación con la mujer que existe desde que el mundo es mundo, es una manifestación de desprecio, de misoginia y de odio. No se trata, como se ha querido pretender siempre, de una manifestación de atracción sexual, es una manifestación de violencia sexual, de un deseo de someter y humillar, de hacer sentir pisoteada y subyugada a la mujer. No pretende demostrar deseo y atracción, desea demostrar desprecio y poder ejercido.

Esta rabia contra la mujer, este deseo de subyugarla, ha ido acrecentándose en el último tiempo, dado el empoderamiento de la mujer, su independencia y capacidad de desarrollarse sin que un hombre la secunde. El hombre estaba acostumbrado a ejercer sometimiento y poder en la mujer mediante la dependencia económica, de modo que esta nueva situación de equilibro entre los sexos, a muchos hombres los hace sentir en desmedro, y sin las mismas herramientas para ejercer poder que tenía antes. Esa sensación de impotencia le genera rabia, luego cuando puede ejercer poder, ya sea mediante la coacción laboral, la violencia, o el anonimato de la calle, descarga esa ira.

Asimismo, la mujer de hoy está más expuesta, pues ha salido de la burbuja en que se había mantenido, en el hogar, lejos de la interacción cotidiana con otros hombres que no fueran su familia. Asimismo, existe una condición social de absoluta falta de solidaridad de género entre las mujeres.

Por otra parte, las redes sociales han exagerado la liberalización de la mujer, exagerando sobre todo su liberalización sexual, banalizándola y mostrándola plenamente accesible y dispuesta permanentemente.

Este problema, que el estudio demuestra que es masivo, no solo afecta la dignidad y la imagen privada de la mujer, sino que afecta su inserción en el campo laboral, el desarrollo normal de sus carreras, y sus posibilidades de acceder a cargos de mayor responsabilidad.

En esta línea, en el Estudio denominado ACOSO SEXUAL EN EL TRABAJO, ¿DENUNCIAR O SUFRIR EN SILENCIO?, emitido por la Dirección del Trabajo del Gobierno de Chile, las cifras revelan que de las denuncias por acoso sexual habidas desde la implementación de la nueva Ley N° 20.005, publicada el 18 de marzo de 2005, 98,6% fueron interpuestas por mujeres, en un 45,4% como consecuencia dichas mujeres perdieron su empleo y como agravante, la mayoría de los casos analizados, las jefaturas de la empresa han dado crédito y respaldado al acosador, lo cual no sólo le ha permitido mantenerse en su puesto de trabajo sino, más grave aún, continuar acosando a otras personas con total impunidad.

Y la cuestión nuevamente es, y qué hacemos? Son suficientes las leyes y las normativas en las empresas? Pues NO, no son suficientes. Pues una mujer, hoy en el Siglo XXI, que denuncia un acoso sexual, en el trabajo, por ejemplo, se lleva la peor parte, expone su prestigio laboral, expone su dignidad como mujer y, muy probablemente, expone su fuente presente y futura de trabajo.

Entonces, qué hacemos ante esta realidad patente y que afecta a un 89,9% de las mujeres, vale decir un 46% de nuestra población? Primero dejar de esconder la cabeza como avestruz y creer que se trata de casos aislados que le pasan a “otro tipo” de mujeres y luego educar, difundir y sacar la voz, pues sin educación las actitudes arraigadas no van a mutar a causa de leyes o imposiciones externas, y sin difundir y sacar la voz nadie le va a dar la relevancia que el tema requiere.

Y, seguramente, quieren saberlo, si yo he sido acosada?, pues claro que sí, a todas las edades, en todas las situaciones y en muchos trabajos, y de denunciar, nada, no quise arriesgar mi carrera, mi única fuente de ingresos y, por ende, el futuro de mis hijos.


El contenido expresado en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no representa necesariamente la visión ni línea editorial de Poder y Liderazgo.

Print Friendly, PDF & Email
Compartir

Acerca del autor

Comments are closed.